A fecha de hoy, 29 de junio de 2020, observo horrorizado que el vídeo ha desaparecido, por lo que procedo a cargarlo de nuevo debidamente remozado.
Las imágenes pertenecen a Cuarto Milenio.
HORRIBLE ASESINATO EN LA AVENIDA
Volaba un coche "K" por la avenida
sumergida en la lluvia y solitaria
de una cualquier ciudad de nuestra España,
con las luces azules encendidas.
Atronando en la noche su sirena
quemó frenos y gomas contra el suelo,
llegando a detener su bajo vuelo
junto al sucio bordillo de la acera.
Bajóse un Inspector irreprochable,
ladeado el gris sombrero en la cabeza,
bien calado y hundido hasta las cejas;
gabardina cruzada e impecable.
La dotación del "Z" que esperaba
le acompañó hasta el lugar del crimen,
donde yacía muerto un espécimen
de hombrecito que apenas abultaba.
Demandó prontamente el Inspector
los datos personales del finado,
que anotó punto a punto detallados
en su agenda, con un rotulador:
—Jerónimo García Colmenero,
sin domicilio fijo ni trabajo;
componía poemas a destajo
y tenía vacío el monedero.
Realizando con esmero una inspección
del cuerpo del delito allí tumbado,
emitió un informe muy acertado
que a los presentes llenó de admiración:
—El corazón partido en tres pedazos
por impacto directo de una pena;
las manos enterradas en la arena
para aferrar el mundo entre sus brazos;
los huesos aplastados por el peso
del desprecio y la burla cada día;
ahogado en una triste melodía;
asfixiado en la falsedad de un beso.
Las vergüenzas desnudas sin decoro
y los ojos clavados en el cielo,
perdidos la esperanza y el anhelo
detrás de una tarjeta "Visa-Oro".
Cerebro convertido en fosfatina
mezclada con tres gramos de locura,
podrido por la duda, la amargura,
la sucia mezquindad y la rutina.
Las escuálidas piernas destrozadas
de tanto andar, incierto e inseguro,
en medio del estiércol de este mundo,
empeñado en utópicas cruzadas.
El hombre, está bien claro, era un poeta,
y ha sido asesinado arteramente
por esta sociedad tan deprimente
donde sólo se aprecia la peseta.
¡Coloquen bien la cinta, que se tense,
hasta que llegue el juez, que yo, entretanto,
redactaré el informe de este espanto
para unirlo al del médico forense!
(Nótese que el poema está escrito antes de la llegada del euro, y no se me pone en las narices cambiar la rima donde dice "peseta". El autor, o sea yo)
Éste me lo acaban de pasar. Creo que merece la pena, ¿no?
Una empleada doméstica pidió aumento de sueldo.
A la señora no le sentó muy bien la solicitud, así que le preguntó:
- María, ¿por qué crees que mereces que te aumente el sueldo?
- Señora, hay tres razones: La primera es que yo plancho la ropa mejor que usted.
- ¿Quién te ha dicho que planchas mejor que yo?
- Su esposo, señora.
- ¡Oh, vaya!
- La segunda razón es que yo cocino mejor que usted.
- Eso es puro cuento; ¿quién te ha dicho que cocinas mejor que yo?
- También su esposo, señora.
- ¡Ah, caramba!
- Y la tercera razón, y la más importante, es que yo follo mejor que usted.
Al oirlo, la señora, completamente descompuesta y gritando, pregunta a la empleada:
- ¿Mi esposo te ha dicho eso?
- No, señora; de momento me lo ha dicho el jardinero...
LA SEÑORA LE AUMENTÓ EL SUELDO
HAIKUS DE INVIERNO
Negras cortinas
cubriendo el cielo azul
tapan el alma.
Van hacia el sur
los pájaros del norte.
Vuela la vida.
Un níveo copo
danza solo en el aire.
Empieza el baile.
Tiemblan de frío
los árboles desnudos
sin un lamento.
No hay alegría:
se escondió con el Sol
tras las colinas.
Resguardó el pastor
a todas sus ovejas.
Crepita el fuego.
¿Adónde fueron
las azules montañas?
Hoy todo es blanco.
No puede nadar
el pato en su laguna.
Sólo patina.
El indigente
tiene por suave manta
unos cartones.
Sobre la nieve,
incansables danzantes,
pardos gorriones.
Carolina de Mónaco, la recta
y linda princesita de este cuento,
dispone de un cuantioso presupuesto
de más de cien millones de pesetas.
Carolina es persona selecta,
alejada del entorno modesto,
desagradable, mísero e infecto
de quienes no poseen ni chancletas.
Feliz en la ignorancia, esta princesa
de pesetas ocho millones gasta
cada año, comprando con largueza
cientos de pares de zapatos. ¡Basta
de estupidez! No pido gentileza,
ni cariño, ni amor para esa casta
que a tus dorados pies sufre pobreza,
pero sí que demuestres tu nobleza
compartiendo la pasta.