En este blog se permite fumar, aunque recomiendo no hacerlo en agradecimiento a una excelente homeópata a la que debo mucho. Se prohibirá terminantemente el día en que desaparezcan las armas atómicas, las centrales nucleares y sus residuos, la contaminación, la desertización y la pederastia. ¡Ah!, se me olvidaba, también se pueden dejar comentarios.

miércoles, 9 de febrero de 2011

¿Creéis en los milagros...?

Vaya preguntita, ¿eh?; hace dos mil años que Cristo (parece que) resucitó a  Lázaro de Betania, y todavía no han cesado las discusiones... Una cosa está clara en nuestros días: si alguien puede hacer milagros es la Ciencia,  entendiendo por "milagro" aquel suceso extraordinario, inexplicable y fuera del alcance del resto de los mortales; o sea, la consecuencia de utilizar las Leyes Universales para la obtención de determinados fines, como, por ejemplo, congelar el pescado.
La terrible duda podría surgir si los científicos se preguntaran -y respondieran honestamente- sobre el volumen de información de que disponen, es decir, qué tanto por ciento de esas Leyes conocen y pueden poner a disposición de la Humanidad. 
La creación de Universo es bien sencilla: en un punto del vacío infinito, con una enorme densidad y un mínimo volumen, se produce una tremenda explosión que genera nubes de gas a elevadísimas temperaturas; esas nubes de gas se van enfriando, y ahí tenemos los sistemas solares, las constelaciones, las galaxias, los agujeros negros y los cometas, danzando en orden perfecto en un espacio cuya frontera está a 18.000 millones de años-luz de nosotros, y en expansión. Y eso no es  todo: las estrellas, sin ninguna pieza móvil en su mecanismo, mantienen en marcha sus reactores de fusión nuclear, que generan temperaturas de millones de grados, y, cuando se convierten en novas, se contraen hasta formar un agujero negro (en la mayoría de los casos), y empiezan a acumular materia en su núcleo, de tal forma y manera que no me extrañaría que acabaran creando una nueva estrella (esto es cosa mía)
O sea, que me temo que no tenemos ni puta idea de las Leyes Universales famosas. Nuestro conocimiento puede que esté a la misma altura que el de un parvulito de Primaria respecto a un caballero con diez masters y quince doctorados.
Los milagros no existen, pero hay sucesos extraordinarios -que seguramente cumplen con todas las  Leyes del Universo-, que somos incapaces de comprender, explicar y reproducir en nuestros laboratorios.
Hoy he mantenido una larga conversación telefónica con una buena amiga. A lo largo de la charla hemos intercambiado comentarios sobre salud, climatología, plantas medicinales y familia. Al tocar este último apartado, me ha hablado de su hijo, oficial en activo del Ejército del Aire español y consumado paracaidista. De hecho, ella misma, madura aunque bastante más joven que servidor, ha saltado un par de veces acompañada -casi obligada la segunda, ¡je!, ¡je!- por su retoño. No sé cómo, hemos llegado al terreno de las confidencias, y me ha narrado un caso de los "inexplicables". Obviamente, no aportaré ningún dato identificativo, ni ahora, ni nunca, y tenéis mi bendición para generar todo tipo de "explicaciones racionales". 
Pues bien, este hombre, en cuestión, saltó del avión a una altura de unos 3.000 metros. Había dado instrucciones para que se abrieran las dos puertas de un hangar (deduzco que se trataba de una exhibición con paracaídas maniobrable), con el fin de cruzarlo de parte a parte. Los observadores de tierra vieron cómo el paracaídas permanecía cerrado, y el cuerpo se precipitaba hacia el suelo a una velocidad vertiginosa. Miembros de la Guardia Civil, por lo visto presentes en el lugar, comenzaron a lanzar gritos para que la gente se apartara, puesto que el impacto resultaría tremendo. Como así fue.
El cuerpo chocó contra la tierra y allí quedó durante unos instantes, mientras las asistencias se aproximaban a la carrera. Antes de que llegaran, el muchacho se levantó y comenzó a caminar hacia ellos sin ayuda de nadie.
Me consta que hay, al menos, un vídeo del incidente, que ni he pedido ni pediré, y que me importa un rábano, porque yo, evidentemente, no soy científico.
El paracaídas no funcionó por un problema técnico en el sistema de apertura, según explicaron los expertos.
Cuando mi amiga pudo hablar con su hijo, lo primero que hizo fue preguntarle cómo había podido sobrevivir al terrible impacto. La respuesta fue impresionante:
- No podía hacer nada. A pocos metros del suelo he sentido como si una gigantesca manta se enrollara en torno a mi cuerpo, y ni me he enterado del golpe. Aquí me tienes...
No sufrió ni un arañazo.
¿Milagro?
No.
Pura y simple Física aplicada.
¿Por quién...?


NOTA.- He recibido vía mail el poema que mi amiga escribió para su hijo, en recuerdo de este hecho. Aquí está:



Caballero gallardo, aventurero,
cabeza fría y corazón valiente;
joven hidalgo de imperioso esmero,
de culto hablar, pausado y elocuente,
como Ícaro al Sol buscaste abrigo
en las alas de un ángel malherido:
tembló la tierra y el viento fue testigo
de tu caída libre y sin sentido.
Cual Ave Fénix renació tu anhelo
sobre cenizas de promesas hechas,
en el albor de tu tierno desvelo.
Hoy, son memorias de pasadas fechas.
Quijote de los sueños cristalinos,
jamás han de vencerte los caminos.

2 comentarios:

  1. Seguro que el chaval ese era de bilbao.

    Hubo un caso en la segunda guerra mundial de un artillero (no se si inglés o gringo) que después de destruirse su avión, cayó desde 8mil metros de altura y salió con un par de arañazos.

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  2. Yo recuerdo el caso de una azafata de AEROFLOT, la compañía rusa, que cayó el avión desde una altura del copón y sólo sobrevivió ella, con todos los huesos del cuerpo rotos.

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