En este blog se permite fumar, aunque recomiendo no hacerlo en agradecimiento a una excelente homeópata a la que debo mucho. Se prohibirá terminantemente el día en que desaparezcan las armas atómicas, las centrales nucleares y sus residuos, la contaminación, la desertización y la pederastia. ¡Ah!, se me olvidaba, también se pueden dejar comentarios.

domingo, 20 de marzo de 2011

A 10.000 kilómetros de Fukushima

Explosión en la central nuclear de Fukushima


He dejado que pasen los días; voluntaria y conscientemente...
Me he estado conteniendo para no soltar una sarta de exabruptos contra todos los que nos han vendido la energía nuclear como "la más económica, limpia y segura", aduciendo, además, que es "la única que puede satisfacer nuestras necesidades energéticas para el futuro", cuando Greenpeace ya ha presentado un proyecto que cubriría 56 veces la necesidad de energía eléctrica en España en el año 2050, utilizando únicamente las renovables.
Mi primera intención fue escribir un artículo poniéndome por sombrero hasta a la madre que los parió, pero no tiene sentido. He leído muchísimos comentarios desde que empezó la crisis de Fukushima, y observo con cierto desaliento que aún hay gente -no sé si de buena fe, o movida por intereses particulares- que defiende la necesidad de las centrales nucleares. Es más, algunos venían a decir que no se utilice la catástrofe de Fukushima para despotricar contra la energía atómica, pues se trata de un simple accidente sin mayor trascendencia, que no invalida la necesidad de las plantas nucleares para un futuro energético seguro.
¡Manda cojones...!
¿Es que no son capaces de ver que si Fukushima hubiera sido una central eólica, solar o hasta térmica, el problema no habría existido, a pesar de terremotos y tsunamis...?
Los problemas de las nucleares son siempre los mismos. Mientras funcionan regularmente -tengo una instalada a 40 km. de mi casa- todo va bien, si exceptuamos la gestión de sus residuos, que son transportados de matute y enterrados en lugares más bien ignotos, y que permanecen activos durante 20.000 años. ¡¡¡20.000 años, señores...!!! Un legado envenenado que recibirán por sorpresa las  siguientes doscientas generaciones de seres humanos, sin comerlo ni beberlo. Pero cuando fallan -y no ha sido ésta la primera vez, ni será la última-, cuando se "descontrolan", no hay hijo de madre que las vuelva a controlar, al menos de inmediato. No son como el motor de un coche, que se para con girar la llave de contacto. Así que ahora, en Japón, hay gente directamente afectada por las radiaciones -trabajadores y bomberos de la central-, incremento de los niveles radiactivos hasta en Tokio, y contaminación radiactiva de aguas y alimentos, sin contar con los problemas que surgirán con la pesca en el mar y en los ríos. Y estos problemas no se limitarán a Japón, sino que se extenderán y afectarán a una gran parte del mundo.
No voy a prodigarme en exceso. A buen entendedor...
Quiero terminar remarcando que la energía nuclear, aunque lo asegure el mismísimo obispo de Calahorra, no es limpia, ni barata, ni segura, y, aunque os creáis a salvo en el cálido confort de vuestros hogares, todos corremos el mismo riesgo que los habitantes de Fukushima. ¡Son necesarios 20.000 años para que los residuos radiactivos dejen de ser peligrosos...! No lo olvidéis, queridos.
He compuesto este poema para conmemorar la efemérides. Espero que os guste.


NUCLEARES, NO; GRACIAS…

Hoy falló la central de Fukushima;
ayer en Chernobyl brotó la muerte;
mañana sufrirán la misma suerte
ciudadanos de Londres o de Lima.
Me duele el corazón; me da la grima
pensando cómo el rico se hace fuerte
tras el dinero cruel, frío e inerte,
sin que pierda un comino su autoestima.
Nos vendieron muy bien las nucleares
los expertos y técnicos al uso,
sin dudas, ni problemas, ni pesares,
pero ahora el mundo grita: “¡Yo os acuso
de emponzoñar las tierras y los mares,
y tendréis que pagar por tal abuso…!




Al poco de terminar este trabajo, me he dado de bruces con un artículo periodístico que describe las opiniones de las buenas gentes que viven junto a la central nuclear de Santa María de Garoña, que dista unos 70 km. de Burgos y 30 km. de Vitoria, en línea recta. El título no puede ser más sugerente: "Garoña pasa de Fukushima".
Y es que ahí está el problema, precisamente; en que una vez instaladas, todo el mundo pasa de ellas, hasta que pasa lo que pasa.
Vivimos en un mundo de "expertos" en todos los campos. Ellos nos guían, nos aconsejan, nos tranquilizan y nos dicen que no nos preocupemos cuando ocurre lo peor. Las centrales nucleares son a la sociedad lo que la endoscopia al enfermo: te la meten por cualquier agujero, y ya está. Con una salvedad, cual es que el doctor retira el instrumental endoscópico una vez terminado el examen, pero las centrales atómicas te las meten por el culo con abundante vaselina propagandística, y se quedan ahí -sin ningún problema, en apariencia- hasta que los casos de cáncer se multiplican por mil, o hasta que explotan.
No sé si Dios existe, pero estamos en sus benditas manos...


2 comentarios:

  1. Solo para suscribir enfáticamente , lo bien que has expuesto este lamentable tema, no hay posibilidades de discusión, basta un mínimo de sentido común y honestidad, para darnos cuenta de que va la cosa.
    ¿Pero que hacer ante el poderío de los imperios económicos?
    Abrazotes.

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  2. Lo único que podemos hacer, Gustavo, es tomar conciencia del problema que estos personajes nos están dejando, y saber que, aunque les declaren enemigos de la humanidad y les juzguen por genocidio dentro de 50 años, tendremos problema durante 200 siglos gracias a ellos y su brillante tecnología. ¡Ahí es nada...!

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