Que vivimos en un mundo de locos que cada día están más locos, es una verdad como la copa de un pino. No tenemos más que echar un vistazo a los resultados de las últimas elecciones, por ejemplo: en vez de quedarnos en casa, votamos para que se vayan los mangantes que están gobernando y entren los mangantes que gobernaban anteriormente. Y así una y otra vez.
Pero, bueno, a lo que iba.
El pasado sábado resultó detenido en La Coruña un muchachote senegalés. ¿Motivo? No sólo se resistió a los agentes de la Autoridad en un control de alcoholemia, sino que procedió a repartir algunos bofetones entre los susodichos, haciendo extensivo el reparto a los que pretendían retenerle en la comisaría y en los calabozos, y propinando una patada a un pobre ordenador -que nada tenía que ver en el asunto- al que lanzó a varios metros de distancia. Pero lo más cojonudo -pásmense- es que el encorajinado jovenzuelo reclamó declarar ante su señoría, ¡en euskera...! No en francés, ni en wolof: en euskera, como mandan los cánones, qué carajo.
La verdad es que, pese a mi escasa capacidad sorpresiva, cada día me sorprendo más.