En este blog se permite fumar, aunque recomiendo no hacerlo en agradecimiento a una excelente homeópata a la que debo mucho. Se prohibirá terminantemente el día en que desaparezcan las armas atómicas, las centrales nucleares y sus residuos, la contaminación, la desertización y la pederastia. ¡Ah!, se me olvidaba, también se pueden dejar comentarios.

martes, 6 de marzo de 2012

Extraño fenómeno

Hace mucho tiempo leí que la plantilla de exorcistas de Turín había sido notablemente incrementada, con el fin de combatir de manera adecuada la ola de sucesos extraños, manifestaciones indeseables (no políticas) y posesiones diabólicas que se estaba produciendo en la ciudad italiana. Hasta entonces yo había creído que los exorcistas eran personajes de leyenda. Hombre, sí que recordaba haberlos estudiado dentro de la jerarquía sacerdotal católica, con los diáconos, subdiáconos y acólitos, pero que no me parecía que estuvieran en funcionamiento, caramba. 
¡Y vaya si lo están...! 
Pero, claro, no me extraña, porque pasan cosas raras, muy raras, que sólo pueden ser explicadas mediante la presencia de fuerzas ocultas y poderosas, que juegan con nosotros como si fuéramos sus particulares peones de ajedrez.
Esta tarde estaba con mi esposa en un supermercado, cuando hemos llegado a la conclusión inamovible de que necesitábamos un pimiento rojo. Desconocíamos la ubicación de los vegetales en cuestión, por lo que nos hemos puesto a la tarea de recorrer con la vista banastas y estanterías para dar con ellos. De pronto, una joven empleada sudamericana y morena (¿vudú?, ¿magia negra?) nos ha preguntado qué buscabamos. Siguiendo sus amables indicaciones hemos localizado los pimientos en apenas un minuto. Mi esposa ha seleccionado un excelente ejemplar -al que he dado mi inmediata aprobación-, lo ha metido en una bolsa de plástico translúcido, lo ha cerrado, pesado y etiquetado, y lo ha introducido en la cesta de la compra.
Todo normal, ¿verdad?
¡Ay!, amigos, eso pensaba yo hasta que ha llegado la hora de pagar.
- Tienen que pesar el pimiento -nos ha dicho la cajera.
- Ya lo hemos pesado -ha respondido mi esposa.
- Pues no tiene etiqueta.
- ¡Vaya, por Dios!
- Se habrá caído por ahí. ¿Quiere ir a pesarlo?
Como siempre que ocurren estas cosas, he dejado a los clientes esperando en la fila, me he lanzado como loco a la búsqueda de la frutería, he vuelto a pesar el puto pimiento de los cojones, he regresado a la caja a toda leche y listo. 
Pero lo más curioso estaba por llegar, porque, ¿saben ustedes dónde hemos encontrado la famosa etiqueta -que muestro a continuación- al llegar a casa?
Pues perfectamente pegada en la parte baja derecha del abrigo de mi esposa.
Inexplicable e incomprensible. Vamos, digo yo...

La etiqueta misteriosa


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