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jueves, 24 de mayo de 2012

¡Qué cosas pasan...! Philipp Rösler, ministro de Economía de la R.F.A.


"¡Qué cosas pasan en Cuba, qué cosas, válgame Dios: cuando hace calor se suda y cuando hace frío no!" Así decía -más o menos- una canción que cantaba mi madre mientras quitaba el polvo a los muebles, allá por las mitades del siglo pasado. Yo sólo digo lo de "qué cosas pasan"... y tengo buenos motivos para ello.
Esta mañana leía un artículo sobre la crisis -no podía ser sobre otro tema, claro-, en el que se citaban los eurobonos que Alemania no quiere emitir, a la señora Merkel, al señor Hollande, al señor Rajoy y al señor Philipp Rösler, ministro alemán de Economía. Todo normal, hasta que he visto la fotografía del señor Rösler: un caballero bastante joven y resultón, pero de facciones inequívocamente orientales. 
Lo primero que he pensado ha sido que se trataba de un error del periódico, porque un señor alemán que se llama Philipp Rösler tiene que ser muy alto, rubio y de ojos azules, y haber nacido en Heidelberg.
Pues no.
Una vez más se cumple a rajatabla aquello de que "a la cama no te irás sin saber una cosa más".
Resulta que el señor Rösler, que cuenta a la sazón 39 añitos, nació en Vietnam en plena guerra y  quedó abandonado en un orfanato de Saigón. A los nueve meses fue adoptado por un matrimonio alemán, y cuando éste se separó, cuatro años después, Philipp permaneció con su padre adoptivo, que era instructor de las Fuerzas Aéreas de la República Federal. Es doctor en Medicina especializado en Oftalmología. Bueno, ahora es político, claro, y hasta puede que os preguntéis qué hace un oftalmólogo llevando las riendas de la economía alemana, pero supongo que todos habréis oído hablar del "milagro alemán". Imagino que estas cosillas forman parte de él. 
A mí, la historia del señor Rösler me ha recordado la película "La vida de Bryan". Hay una escena en la que el protagonista, huyendo de los romanos, sube a una torre; cae al vacío desde lo más alto; es recogido por una nave extraterrestre que sale al espacio exterior y se enfrenta a otra en un espectacular combate, que termina con la nave entrando en barrena y estrellándose contra la torre desde la que se había caído Bryan, el cual echa pie a tierra sin un rasguño ante la mirada atónita de un paisano, que musita mientras le ve alejarse: "¡Jo, macho; qué potra...!"
A pesar de que me temo que el señor Philipp Rösler forma parte de nuestro personal calvario en estos días de desengaño y pena económicos, deseo expresarle mi simpatía y mi admiración, y -si me lo permite- felicitarle efusivamente por su descomunal y bryanesca potra.

2 comentarios:

  1. Si potra la suya... por que a nosotros no to´có la china, la de verdad.

    Genial observación,

    saludos almendrados ;)

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  2. Pues sí, para qué vamos a decir otra cosa. Perdona el retraso, pero es que estoy de viaje. Un abraz0.

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