En este blog se permite fumar, aunque recomiendo no hacerlo en agradecimiento a una excelente homeópata a la que debo mucho. Se prohibirá terminantemente el día en que desaparezcan las armas atómicas, las centrales nucleares y sus residuos, la contaminación, la desertización y la pederastia. ¡Ah!, se me olvidaba, también se pueden dejar comentarios.

martes, 20 de noviembre de 2012

El destino (Microrrelato)





Estaba decidido a cambiar el destino del mundo.
Así; simplemente.
Tenía ese poder.
Lo tenía en su férrea mano, dispuesta a presionar el dedo índice contra el fatídico botón rojo.
Ahora bien, si iba a cambiar el destino del mundo era porque, en verdad, aquél era el verdadero destino del mundo, y eso significaba que no iba a cambiar nada puesto que el futuro que cristalizaría en un momento de presente ya era auténtico presente en aquel futuro que él no había contemplado como destino, pero que –tal como se demostraba- era en realidad el destino.
Una palidez cadáverica cubrió su rostro, mientras gotas de frío sudor brotaban de todos los poros de su cuerpo.
Extrajo un pavonado .45 del cajón, apoyó el cañón contra su sien y apretó el gatillo.
El destino del mundo había cambiado en un fragmento de segundo.
¿O no…?
(Servidor de ustedes)



2 comentarios:

  1. Creo que no, por la simple razón de que no creo en el destino. No quisiera por nada del mundo llegar a tener ese poder, es más, estoy segura de que no me acercaría a ningún botón rojo fatídico. ¿Seré gallina? Un texto muy particular, para reflexionar o para apurarse por vivir, los dos sabemos que ese botón existe. Un abrazote Chato, con cariño.

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  2. La historia de la Humanidad está llena de visionarios, botones y zarandajas por el estilo, pero aquí estamos haciendo el bobo, como siempre, je, je. Otro abrazote para ti, Lyliam.

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