En este blog se permite fumar, aunque recomiendo no hacerlo en agradecimiento a una excelente homeópata a la que debo mucho. Se prohibirá terminantemente el día en que desaparezcan las armas atómicas, las centrales nucleares y sus residuos, la contaminación, la desertización y la pederastia. ¡Ah!, se me olvidaba, también se pueden dejar comentarios.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Dos microrrelatos para un fin de semana

Me tomo la libertad -dado que no podéis defenderos, je, je- de ofreceros estos dos microrrelatos recién salidos del horno de mi imaginación, con la absoluta certeza de que os encantarán... o no.
Feliz fin de semana.



PUNTO MUERTO

Detectives adscritos al Precinto 44 de la Policía de Nueva York, en el Bronx, investigan el hallazgo de un punto muerto en un callejón de la zona. El punto ha sido trasladado a dependencias forenses, donde le será practicada la autopsia.






ESCRITOR POBRE, ESCRITOR RICO

El escritor pobre escribía poco, comía poco, follaba poco y tenía pocas ideas literarias, porque normalmente pensaba en comer, follar y escribir, por este orden. Era bastante bueno, pero la gente sólo tenía ojos para el escritor rico.
El escritor rico viajaba mucho, comía mucho y follaba mucho. Además, tenía una idea fabulosa para su próxima novela.
El escritor pobre le observaba como a vista de pájaro, convencido de que se encontraba a millones de años-luz de aquella gloria mundial.
La Editorial empezó a presionar al escritor rico: necesitaban publicar antes de seis meses para aprovechar el tirón comercial del momento. Pero el escritor rico estaba muy ocupado dando conferencias, inaugurando talleres, engrandeciendo su descomunal ego, chupando alcohol como una esponja, pontificando sobre lo divino y lo humano y tirándose a todo lo que se movía. Cuando sus editores se le echaron encima como manada de lobos rabiosos, decidió que había llegado el momento de volver a escribir.
Pero no pudo. La página en blanco le contempló desde la nada solitaria y silenciosa noche tras noche, semana tras semana.
Desesperado y vacío, el escritor rico redactó una breve nota explicativa para el señor juez y se pegó un tiro.
Pocos meses más tarde, el escritor pobre escribió una novela basada en la historia del escritor rico y se hizo rico.
¡Qué cosas…!

lunes, 2 de diciembre de 2013

El ciudadano y la nueva Ley de Seguridad Ciudadana en España

La nueva Ley de Seguridad Ciudadana que el Gobierno de don Mariano Rajoy está rumiando, tiene todas las trazas de ser un freno a las honradas, airadas y justificadas protestas de los ciudadanos no adictos al régimen. Pero no seré yo quien lo afirme tajantemente, al menos mientras la citada ley no sea aprobada y publicada en el Boletín Oficial del Estado. Mientras tanto, y para ir ilustrando el asunto, valga una viñeta -creo que muy acertada- publicada hoy en EL PAIS.COM por el dibujante Erlich. Seamos optimistas y esperemos lo mejor, porque me parece que lo peor ya lo tenemos.

Erlich/EL PAIS.COM (2-12-2013)

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Los cigarrillos electrónicos y el principio de precaución

Esta misma mañana, sin ir más lejos, entre otras razones porque no tengo motivo ni necesidad para ir más lejos, con lo bien que estoy aquí, aquí me las den todas; esta misma mañana, pues, escuchaba, a través de una cadena radiofónica española, un interesante comentario sobre los cigarrillos electrónicos, sus posibles perjuicios para la salud y su prohibición dentro de las comunidades autónomas de Cataluña y Andalucía. De hecho, parece ser que la señora ministra de Sanidad, doña Ana Mato, está en contacto con las autoridades comunitarias para poner coto a este humeante desmadre en todo el territorio europeo y parte de Europa.
En el programa de radio antedicho, los expertos intervinientes hacían referencia, una y otra vez, al "principio de precaución", en el sentido de que, como hay sospechas de que los cigarrillos electrónicos pueden ser perjudiciales para la salud, apliquemos el mencionado principio sobre ellos, y, en consecuencia, regulémoslos debidamente o prohibámoslos.
Uno está, en principio, completamente de acuerdo con reforzar las medidas para garantizar la sanidad pública en cuanto sea posible, pero uno también -¡ay, Dios!- es un escéptico como la copa de un pino, porque uno ha sido engañado muchas veces y a uno le han intentando engañar otras tantas. 
Lo primero que uno piensa, después de observar cómo se intenta cambiar la Ley Antitabaco para favorecer la instalación de un megacasino en Madrid, es que quizá alguien esté preocupado porque el auge de los cigarrillos electrónicos perjudica el sacrosanto negocio de las multinacionales tabaqueras. Además, la aplicación del "principio de precaución" en este caso concreto no deja de ser realmente curiosa, puesto que nunca se había aplicado tal principio en las denuncias populares contra las antenas de telefonía, los tendidos de alta tensión, la emisiones de CO2 o las centrales nucleares. 
Y esos sí que son motivos claros y suficientes para extremar las precauciones, ¿eh?
Pues eso.

martes, 22 de octubre de 2013

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, la Doctrina Parot y la política-ficción

Es de conocimiento general, porque nunca me recaté en confesarlo, que servidor de ustedes es un escéptico políticamente incrédulo hasta los tuétanos, pero sólo porque el mundo me ha hecho así, que yo no quería. Es más, como todos, cuando era pequeñín tenía plena confianza en las benévolas y generosas apariciones anuales de los Reyes Magos, hasta que me di cuenta -casi en la mayoría de edad- de que se trataba de un burdo contubernio entre la Iglesia, los políticos y mis inocentes padres. Fue el primer paso en el camino de la incredulidad, por el que ya llevo recorridos miles de kilómetros.
Pero vayamos al asunto.
El TEDH de Estrasburgo falló ayer, 21 de octubre, de forma inapelable en el sentido de que la etarra Inés del Río, a la que las más altas instancias jurídicas españolas habían aplicado la Doctrina Parot, debía ser puesta en libertad inmediatamente, por haber cumplido con creces la condena a la que fue sentenciada en abril de 1995 por su participación en los atentados llevados a cabo por el Comando Madrid. 
La sentencia del Alto Tribunal ha levantado ampollas por estas tierras. En un sentido y en otro. Unos pedían su inmediato cumplimiento, acusando al Estado fascista y español de prácticas dictatoriales y franquistas, o sea como siempre; otros exigían la desobediencia civil a ultranza, que incluía pasarse por el forro de las pelotas la sentencia, los jueces y el copón bendito. Servidor, ojo avizor, estaba convencido de que la señora Del Río sería puesta en libertad, puesto que la sentencia del TEDH era inequívocamente precisa, pero nunca imaginé que lo fuera en el plazo de 24 horas. 
¡Es como si la máquina legal española hubiera estado al ralentí esperando el momento...!
Y estas son las cosas que me hacen pensar.
La memoria del Hombre es débil, muy débil. Si a veces somos incapaces de recordar dónde estuvimos ayer a las 12,30, ¿cómo vamos a recordar algo que sucedió hace, por ejemplo, 20 años, y que ni siquiera estaba directamente relacionado con nosotros...?
En España, ningún Gobierno ha negociado jamás con ETA. Al menos, es lo que dicen todos.
Txomin Iturbe
Pero Domingo Iturbe Abásolo -Txomin Iturbe- estuvo negociando en Argelia con el Gobierno de Felipe González. Es más, Txomin, que había escapado durante años de la Guardia Civil y de varios graves atentados -en uno de los cuales resultó herida su hija-, viene a morir en un "accidente de tráfico" en el propio país norteafricano, en los últimos días de febrero de 1987. ¿Fue realmente un accidente, o se lo cargaron unos por ser demasiado duro en la negociación, u otros por ser demasiado blando...? A mí, la verdad, a la vista de los escasos datos que ilustraron el suceso y teniendo en cuenta que la casualidad no existe, la muerte de Txomin me parece muy rara, pero en fin...
Lo que queda claro es que los Gobiernos españoles SÍ negociaron con ETA. 
Como era lógico, claro.
Si los comanches atacaban las caravanas, ¿con quién había que negociar...?; con los comanches, ¿no?
Pues eso.
Lo anterior me lleva a pensar, en buena lógica, que los demás Gobiernos de España también han negociado con ETA, aunque tratando siempre de nadar y guardar la ropa por lo mal que podía sentarles la cosa a sus votantes, sobre todo a los más conservadores o estúpidos.
Precisamente, para contentar a las fieras el Tribunal Supremo español decide, en febrero de 2006, que el miembro de ETA Henri Parot cumpla 30 años de condena completos, por aplicación de los beneficios carcelarios sobre cada una de las sentencias individuales que había recibido, y no sobre el total de ellas. 
Y este mismo sistema, la famosa Doctrina Parot, comienza a aplicarse a todos los miembros de ETA que se ponen a tiro, valga la expresión.
Pero, ¡oh, cielos!, de forma unilateral, por deseo propio y sin que nada haga sospechar de intervenciones ajenas (je, je, je), a las 12 horas del 10 de enero de 2011, ETA anuncia un alto el fuego "permanente, general y verificable"; un alto el fuego que todo el mundo se cree -aunque algunos hagan la pamema de que no-, y que todos toman por definitivo sin que realmente haya motivos objetivos para que así sea.

Miembros de ETA durante la declaración de el alto el fuego


Pero el hecho es que el alto el fuego sigue en vigor, pese a que el Gobierno español jura y perjura que continúa su lucha contra ETA con el mismo vigor que antaño, mientras la izquierda abertzale y la propia ETA mantienen una especie de suave vaivén en su habitual oposición al "fascismo español", al Estado, a Madrid y al resto de los partidos políticos.
Ahora es cuando entra en juego la política-ficción.
Imaginemos que, verdaderamente, los Gobiernos de Zapatero y Rajoy continuaron negociando con ETA bajo cuerda. Sigamos imaginando que llegaron a un acuerdo con la banda, lo que dio origen al alto el fuego actual. Podemos estar seguros de que tal decisión no fue condicionada por la escasez de medios de ETA, ni por la presión policial, por mucho que se diga. Que yo sepa, para cometer un atentado basta con una persona. En una palabra, si ETA abandonó la lucha armada fue porque recibió garantías de que algunas de sus demandas iban a ser satisfechas. Y si no ha entregado las armas es porque se encuentra a la espera de que así sea.
Ahora bien, ¿cuál sería una de las principales exigencias de ETA durante la negociación?
La situación de sus presos.
Y la Doctrina Parot resultaría un muro infranqueable, porque ningún partido político español daría un solo paso para derogarla, pues eso supondría la fuga automática de sus votantes. Mucho menos el partido en el Gobierno, claro.
Estaríamos en una situación sin salida... aparente. 
Pero las mentes de nuestros negociadores en la sombra siguen activas y son preclaras: hay que eliminar la Doctrina Parot y liberar a todos los presos etarras que hayan cumplido condena, para lo cual el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo viene de perlas.



Inés del Río

Cuando Inés del Río apeló al TEDH, y éste falló a su favor en julio de 2012, quedó abierta la puerta de salida para el Gobierno español. Era cuestión de tiempo que el recurso en contra de tal sentencia fuera visto por el Alto Tribunal, y resultaba evidente que el fallo sería el mismo en contra de la Doctrina Parot... que era lo que el Gobierno (y ETA) esperaba para poner en libertad a los presos por causa de fuerza mayor y sin que los votantes dijeran esta boca es mía.
Está claro, ¿no?
De hecho, ahí tenéis a Inés del Río en la calle, 24 horas después de conocerse la sentencia.
Y que conste que soy de los (pocos) que opinan que para alcanzar una paz permanente no hay más camino que negociar, y negociar es ir dejando pelos en la gatera.
Todos, claro.
¡Uy!, pues casi me ha quedado un relato de verdad, ¿eh?

martes, 8 de octubre de 2013

La vida es un eterno río con forma de lago (Relato)

Me complace someter hoy a vuestro criterio este relato escrito hace años, que creo mantiene -y mantendrá por mucho tiempo- el verdadero espíritu del ser humano. Ojalá que algún día la gente pueda preguntarse cómo fue posible que alguien concibiera tamaña gilipollez. Por el momento, creo que nadie se lo cuestionará. He ahí el problema.





“Tus acciones, así como las acciones de
tus semejantes en general, te parecen
importantes sólo porque has aprendido
a pensar que son importantes”
(Don Juan Matus a Carlos Castaneda,
en “Una realidad aparte”)

            El implacable despertador despertó de su sueño rojizamente luminoso a las siete de la mañana, esparciendo inmisericorde por el dormitorio los archiconocidos y machacones sones de una cancioncilla de moda, de ésas que las tiendas de discos venden por cientos de miles y que un mes más tarde están olvidadas, y, en consecuencia, Adán Bigworld Munduhandi también despertó.
El nuevo día penetraba en la habitación a lomos de los primeros rayos del sol de junio, mientras los gorriones gorjeaban saludando a la mañana desde los árboles del parque cercano.
            Salió de entre las sábanas con somnolienta desgana y se sentó en el borde de la cama, girando ligeramente sobre sus posaderas para lograr que el pie derecho fuera el primero en tocar la mullida alfombra (“es importantísimo levantarse con el pie derecho”, había oído en algún sitio muchos años atrás) Su esposa, como todos los días, desparramó de inmediato su redonda e inmensa anatomía para ocupar por completo la cálida superficie que él acababa de abandonar (¡parece mentira lo que engorda la propia esposa tras veinte años de matrimonio, y lo macizas y apetecibles que se mantienen las ajenas…!)
            Ya en el cuarto de baño, completó una pequeña tabla de gimnasia, se duchó, se afeitó y se peinó. Medianamente satisfecho con la imagen que le devolvía el espejo, retornó al dormitorio para terminar de vestirse. Luego, pasó a la cocina y desayunó sus consabidas magdalenas con mantequilla y su habitual taza de café con leche.
            A las siete y media estuvo listo para empezar la ardua jornada laboral.
            Se despidió de su media naranja con un casto beso en la frente, correspondido por la durmiente con un ronco gruñido (cotidiano), y salió decidido a enfrentarse con los retos propios de su especie y condición.
            A bordo de su potente automóvil despreció semáforos y pasos de peatones, cambió de carril sin encender intermitentes, rebasó los límites de velocidad, compitió en todo momento por ser el primero, puso en peligro su vida y las ajenas, insultó y fue insultado, y llegó a su lugar de trabajo sin novedad pocos minutos antes de las ocho, aparcando en la zona reservada para minusválidos que él mismo había ordenado acotar.
            A las ocho en punto (¡qué tetas tiene Mari Pili y qué culo Graciela…!) se enfrascó por completo en el cumplimiento del deber. Cientos de importantes asuntos requerían su inmediata atención.
            Lo primero que hizo fue revisar el cierre del día anterior y comprobar que cuadraba al céntimo. El mecanismo de relojería de la caja fuerte funcionó sin problemas, y todo quedó listo para atender a los clientes en sus reintegros e ingresos. Satisfecho, izó una a una con el polipasto las pesadas planchas de acero y las fue introduciendo en la prensa para transformarlas en compactas carrocerías, que pasaron después al horno de pintura y más tarde al secadero y a la línea de montaje. Luego, en la cadena, comprobó seis mil tornillos y revisó dos mil soldaduras, enjugándose de vez en cuando el sudor con la sucia manga de su mono de trabajo. Se enfadó mucho cuando el responsable de transporte internacional le dijo que tardarían un par de horas en cargarle, y más aún cuando llegó al supuesto destino y le informaron de que aquel material debía ser entregado en una factoría situada a doscientos kilómetros de distancia.
            Así que, malhumorado y rencoroso, ordenó la limpieza de fondos del buque sin preocuparle lo más mínimo las consecuencias, atento únicamente a no ser detectado por los guardacostas. Vertieron al mar unas veinte toneladas de una mezcla sucia y maloliente compuesta de gas-oil, ácido clorhídrico, fosfato tricálcico y sosa, y enseguida comprobaron divertidos cómo decenas de plateados peces, de todas las especies, empezaban a flotar inmóviles y panza arriba en la verdosa superficie del mar. Eso sí, las entrañas del navío quedaron como los chorros del oro.
            Animado por esta experiencia, y previo interesado y suculento compadreo con las autoridades locales, ordenó que anclaran la enorme plataforma petrolífera frente a una de las playas más limpias y hermosas de la costa occidental, y, con el fin de aprovechar al máximo los recursos disponibles (“ya saben ustedes que este año la demanda de energía superará en un cinco por ciento a la del anterior…”), construyó en el extremo norte de la inmaculada playa una central nuclear capaz de generar tropecientos mil megavatios-hora.
            —Nos garantiza usted que la seguridad está garantizada, ¿verdad? —dijeron los prebostes ligeramente preocupados, aunque dispuestos a cooperar por el bien común después de comprobar el notable incremento de sus cuentas corrientes.
            —Por supuesto, amigos; por supuesto… Todas las instalaciones cumplen las normas DIN 475657/13, ISO l3l3l3/l4l4 y UNE 2100XR32, y los parámetros de impacto ambiental han obtenido el visto bueno de la Comunidad Económica Europea.
            —¡Ah!, pues siendo así…
            Fue una verdadera lástima que la válvula principal dejara de funcionar cuando más necesaria era, y que, en consecuencia, dos millones de litros de petróleo convirtieran la costa en un lodazal nauseabundo y betunoso. Menos mal que los bañistas pudieron desprenderse rápidamente de aquella segunda piel negra que acaban de adquirir, gracias al benefactor impacto de las radiaciones alfa, beta y gamma (entre otras) procedentes de la explosión del reactor nuclear de la cercana central, que dejó sus huesos blancos como la nieve y sus almas listas para entrar agradecidas en el Más Allá.
Pero algunos pequeños contratiempos no podían ni debían paralizar la necesaria actividad económica. Es imprescindible generar riqueza que genere nuevos puestos de trabajo que generen más riqueza para que ésta genere más puestos de trabajo. Adán se puso de nuevo manos a la obra y prosiguió la tala indiscriminada de cuatro mil hectáreas de selva virgen en la Amazonía, exterminando de paso a media docena de tribus indígenas, que tuvieron de este modo su primer y último contacto con el hombre blanco, y contaminando y destrozando los cauces naturales de unos cuantos ríos en busca y explotación del codiciado e imprescindible oro.
            Poco después ganó cinco millones de dólares negociando valores en la bolsa de Nueva York, y estuvo a punto de suicidarse cuando, por causa de un imprevisto movimiento especulativo, perdió hasta las pestañas. No obstante se rehizo con prontitud, pues era hombre extraordinariamente dotado para los negocios y netamente emprendedor, y presentó su colección de lencería en la plataforma Manueles (televisado en directo por las principales cadenas), obteniendo un notable éxito. Todas las modelos, con sus cuerpecitos delgaduchos de andar cimbreante y extraño y tetas gordezuelas, mostrando pezones y aréolas a través de los sugestivos sostenes, y con aquellos culitos rollizos y respingones apenas maculados por los diminutos tangas, fueron muy aplaudidas.
            Acto seguido, autorizó la caza masiva de ballenas a los japoneses —“sólo en cumplimiento de misiones científicas”—, procedió al ensamblaje de la Estación Espacial Internacional (I.S.S.) —un paso muy importante en la conquista del espacio y definitivo para las próximas expediciones a Marte—, echó un vistazo a los confines del universo conocido a través del telescopio espacial “Hubble”, quemó doscientas hectáreas de bosques en Galicia con el fin de propiciar verdes pastos que satisficieran a pastores y ganaderos en general, y emitió un informe psiquiátrico que permitía la excarcelación de un peligroso narcotraficante.
            Almorzó en la cafetería de la esquina, como siempre. El menú del día resultaba muy aceptable en su relación calidad/precio y las raciones eran abundantes. Comió muy a gusto, porque ya es sabido que el trabajo abre el apetito, igual que el campo, y retomó la labor a primera hora de la tarde, después de saborear un café bien cargado (para estar despejado) y rechazar la copa que le ofreció el servicial camarero (“el alcohol y el tabaco son perjudiciales para la salud, ¿sabe usted”)
            Poco después de las tres, lanzó, en nombre de Alá, varios aviones cargados de explosivos sobre diferentes y notables edificios de todo el mundo; proclamó la guerra santa contra los infieles; excomulgó masivamente a eutanasistas y abortistas; condenó y decretó el amor libre como origen de la perdición del hombre y supremo ejercicio de la libertad individual, respectivamente; sembró de minas las principales carreteras de una docena de países subdesarrollados, y, en nombre de la democracia y de la libertad, ordenó a los B-52 el bombardeo masivo de Afganistán y colocó bombas-lapa en los bajos de varios automóviles, cuyos dueños resultaban notoriamente sospechosos de ser fascistas y reaccionarios. A punto estaba de firmar el Protocolo de Kioto, en orden a mitigar el cambio climático y salvaguardar el medio ambiente, cuando una llamada de más altas instancias le hizo ver la necesidad de proponer un plan alternativo a desarrollar en los próximos veinticinco años, con lo que se quitó de encima tamaña preocupación y no firmó, a pesar de que la Antártida se estaba fragmentando como el parabrisas de un coche después de recibir un martillazo y el Polo Norte tuviese menos superficie que un helado de nata.
            Durante la última parte de su jornada de trabajo practicó cuarenta y ocho liposucciones, trescientos implantes de mamas, doscientas mastectomías y dos ortodoncias; ofreció varias conferencias sobre las terribles consecuencias de la anorexia y la bulimia, así como un seminario sobre el hambre en el mundo; dirigió tres expediciones arqueológicas; pintó un mural de cien por veinte al que tituló “El hombre alcanzando la libertad”; hizo que una becaria le realizara la felación de las cinco y veinte; proclamó la constitución de un orden nuevo basado en la globalización (¿); juró que aquélla sería la madre de todas las batallas; organizó una completa red de pederastas en Internet y dirigió personalmente la brigada policial que combatía este tipo de delitos; maltrató a catorce mujeres y ordenó lapidar a tres de ellas según las leyes del Corán;  creó y supervisó “El gran mengano”, “Confianza Cegata” y “Operación Éxito” —participando, también, como concursante—, y finiquitó sus obligaciones conduciendo el autobús de la línea 13.
            Agotado, pero satisfecho, a las seis en punto de la tarde retomó el camino hacia la confortable calma del hogar, con el mismo ceremonial automovilístico que por la mañana. Su rolliza esposa le estaba esperando en el saloncito, frente al televisor, con aquel rostro redondo y resplandeciente rebosante de felicidad, el protocolario beso en los labios y el botellín de cerveza sobre la mesita. Así permanecieron, el uno junto al otro, comentando apasionadamente los múltiples e interesantes consejos publicitarios que se les ofrecían, salpicados de forma inexplicable por minúsculos fragmentos de anodinos programas. A eso de las nueve y media despacharon una frugal cena (“no es nada sano acostarse con el estómago lleno”), y a las once se metieron en la cama dichosos y realizados como todos los días.
            Ella se quedó dormida al instante.
            Adán permaneció todavía despierto durante algunos minutos, mientras el sueño iba venciéndole poco a poco, y cayó en brazos de Morfeo con una sonrisa en los labios, feliz por haber completado una jornada absolutamente trascendental e histórica.
            Sin darse cuenta, un día más, de que estaba más muerto que los dinosaurios...

sábado, 5 de octubre de 2013

Europa según Magritte según Erlich

El dibujante Erlich publica hoy, 5 de octubre, en el diario español EL PAIS, esta viñeta que nos conduce hasta el sentido verdadero de la Europa actual, a través de la visión que podría haber tenido René Magritte, pero desde el punto de vista del propio Erlich, con el que estoy plenamente de acuerdo. 
Feliz fin de semana a todos, dentro de lo que cabe.

Erlich en EL PAÍS (5-10-2013)

miércoles, 4 de septiembre de 2013

La opinión de Alfons López (que es la mía)

El humorista Alfons López expresa aquí impecablemente una realidad de todos conocida, aunque no por todos admitida.

Alfons López /PUBLICO.ES (4-9-2013)

domingo, 1 de septiembre de 2013

Puesta de Sol ("Forges")

Si algo me admira en los buenos humoristas es su capacidad para definir, en pocas palabras o en una simple viñeta, cualquier tema de actualidad. Antonio Fraguas "Forges" sintetiza hoy en este chiste el sentir de la mayoría de los ciudadanos de España.


"Forges"/EL PAÍS (1-9-2013)

jueves, 22 de agosto de 2013

Luna llena

Hace una preciosa noche aquí, en mi pueblo, así que he cogido mis bártulos y un puro, y me he largado a la Naturaleza, a disfrutar de la paz bajo la Luna llena. De paso he aprovechado para hacer estas fotos, que os ofrezco en primicia, je, je, je.












martes, 20 de agosto de 2013

La evolución del Paraíso a través del tiempo

El dibujante Erlich ilustra maravillosamente la evolución del Paraíso, desde la creación del Hombre hasta los tiempos actuales. ¡Chapeau...!

Erlich/"El País" 20-8-2013

lunes, 19 de agosto de 2013

Kobe, Messi, la publicidad y yo


Ayer, al salir de la terminal del aeropuerto bilbaíno de Loiu, me topé con este enorme mural colgado sobre la fachada principal del aparcamiento. 
Servidor es inmune a la publicidad.
O, mejor dicho, servidor es absolutamente hostil a la publicidad.
Estoy de la publicidad hasta los mismísimos, aunque reconozco que en un mercado globalizado es forzoso anunciar tu producto. Hasta ahí llego; lo que no admito es que me den el coñazo día y noche, por tierra, mar y aire, para intentar venderme cosas que no necesito para nada. 
Y lo que más me toca las partes pudendas es que algunos carapijas denominen "consejos publicitarios" a la publicidad. A ver, consejos eran aquellas breves charlas que Sócrates -por ejemplo- dedicaba solícito a sus discípulos preferidos. "Sienta el dulce placer del universo en su clítoris con las bragas LAPIN", no es un consejo, ¡carajo!; es pura y dura publicidad.
¿Qué me importa que Kobe y Messi viajen con Turkish Airlines, llevando en sus bien cuidadas y forradas manos un balón de reglamento saltarín y juguetón? Por mí como si quieren viajar en la balsa Kon-Tiki. 
Aunque, como la publicidad influye -por eso trabajan a tope los publicistas, que bien lo saben los muy bribones- de tal manera que no puedes sustraerte a sus encantos aunque seas un tipo duro como yo, sobre todo si te pillan desprevenido, ahora mismo me voy a sacar un pasaje business en Turkish Airlines para irme el próximo fin de semana a Soria.
Un día es un día.
¡A tomar por el saco...!

sábado, 10 de agosto de 2013

Libertad de Prensa (Microrrelato)




Era un hombre único; sesudo, honesto, ecuánime, ponderado, elocuente, acertado e incorruptible.
Un tío realmente grande.
Se licenció en Ciencias de la Información con la máxima nota y obtuvo el Premio Fin de Carrera. Un sobresaliente cum laude certificó, poco tiempo después, la obtención de su doctorado.
Todavía recuerdo algunas de las palabras que pronunció en el discurso de agradecimiento:
— La libertad de Prensa es sagrada. Siempre escribiré la verdad, sin tapujos, distorsiones ni medias tintas que generen duda o equívoco en mis lectores. Es labor sagrada del periodista llevar al ciudadano el conocimiento de lo que sucede, sin cambiar un ápice el sentido de lo exacto; sin provocar más reacción que la correcta surgida de su ánimo impoluto. Nadie podrá jamás obligarme a escribir en contra de la verdad o a favor de intereses bastardos.
Hoy volví a verle.
Lleva treinta años trabajado de barrendero.
(Servidor de ustedes)

martes, 6 de agosto de 2013

Vuelve la esclavitud

Sin comentarios (pero qué verdad más grande)

Alfons López ("Público.es"/6 agosto 2013)

jueves, 25 de julio de 2013

¡Vergonzoso! (Comunicado de Prensa del Gobierno español, con motivo del accidente de ferrocarril del 24-7-2013)


Con motivo del gravísimo accidente del tren ALVIA Madrid-Ferrol, el Gobierno español ha emitido la siguiente nota de prensa:



Todo estupendo si no fuera por el último párrafo, en el que se hace referencia al terremoto de Gansu (China), que tuvo lugar hace unos días. ¿Cabe deducir de este proceder que al Gobierno ni siquiera le importamos lo suficiente como para ordenar la redacción de un nuevo mensaje de condolencia cuando se produce una catástrofe?
¡Ah!, han debido de pasar otro escrito modificando el original, según dicen por ahí.
¡Votad, votad, malditos...!

martes, 23 de julio de 2013

La barca de Caronte



Al otro lado
de los mares del tiempo,
la barca de Caronte
hiende las venas
y susurra amenazas litúrgicas.
No danzan las bayaderas.
Las águilas soberbias
se rompen contra el cielo,
hecho mosaico de luces y pasiones,
en un vuelo tardío
de golondrinas
congeladas por el miedo.
El canto del pastor
atruena la silvestre serranía
arañando el corazón de la piedra
con espinas de grito ensangrentado.
Camino sin sendero.
Sendero sin final.
Final con horizonte verdadero
envuelto en impotencias traicioneras;
en la esencia del ser
que no ha de ser
más que una ínfima parte
de lo que pudo ser.
Los remos de la barca de Caronte
resuenan y resuenan
lúgubres.

(Servidor de ustedes)

lunes, 22 de julio de 2013

¡Acojonante...!


Una cosa es evidente: los duques de Cambridge van a dar a luz. Pero no me preguntéis quién de los dos va a hacerlo, porque no lo tengo nada claro. Acabo de leer en un periódico español el siguiente párrafo:

"El príncipe Guillermo está presente en la suite de lujo de la maternidad privada, el ala Lindo, donde él mismo nació hace 31 años. Dará a luz en las próximas horas"

 
Deduzco pues que, en contra de cualquier previsión, no será la señora duquesa quien dará a luz en este azulado parto, sino que lo hará el propio príncipe Guillermo, lo que hará dicho parto mucho más histórico, si cabe. 

¡Ah!, qué dichosos nos sentimos los plebeyos con estas cosas...





ÚLTIMA HORA: La duquesa de Cambridge ha dado a luz a un hermoso niño. Ya podemos dormir tranquilos...

jueves, 4 de julio de 2013

Día de suerte (Microrrelato)



Despertó entre los cartones que le protegían del frío en aquella estación de "metro", y se puso en pie trabajosamente para dirigirse con paso cansino hacia las escaleras que conducían a la gran ciudad. 
Acariciaba con cariño los 25 centavos que llevaba en el bolsillo derecho de su destrozado y sucio pantalón, toda su fortuna. 
Sonrió. Estaba seguro de que aquél iba a ser un gran día para él, un verdadero día de suerte.
Y no se equivocaba.
Media hora después murió de inanición frente al mejor restaurante de la ciudad.


miércoles, 3 de julio de 2013

¡Aló, aló...!

Los seres humanos seríamos especímenes dignos de cuidadosos estudios por parte de antropólogos cósmicos, siempre que se interesaran por actitudes incomprensibles, comportamientos extraños y reacciones insospechadas en seres inteligentes (o aparentemente inteligentes, al menos)
Una característica definitoria es nuestra capacidad para ver siempre, de cerca, de lejos o a media distancia, la paja en el ojo ajeno, simultaneada con la imposibilidad de percibir la viga en el nuestro.
Hace veinte años, por ejemplo, los que iban por la calle hablando por el teléfono móvil eran unos tales, unos cuales, y por aquí y por allá. Hoy en día, de cada diez ciudadanos que vemos por la calle, ocho van hablando por teléfono. Es curioso  considerar qué mal nos sienta el espionaje por parte de los Estados Unidos, cuando resulta que vamos calle arriba informando de nuestras vivencias a voz en cuello y a todo el mundo, pegados al jodido móvil. O sea, que todos llevamos la misma paja o la misma viga en el ojo, según se mire.
Lo bueno que tienen las conversaciones telefónicas en la vía pública es que nos hacen el trayecto más entretenido, y, a veces, hasta nos proporcionan material para interesantes deducciones, que, lógicamente, nunca podremos comprobar.
Transcripción más o menos literal de la charla de una señora a través de su móvil, la mañana del 3 de julio de 2013, en la calle Siervas de Jesús, de Vitoria-Gasteiz:
- ¡Hola...!
- .../...
- ¿Estás en casa...?
- .../...
- ¿Estás sola...?
- .../...
- Estás con alguien, que a mí no me engañas...
- .../...
- Estás con alguien, y tienes la boca llena...
- .../...
- ¿Qué estás chupando? 
- .../...
- Tienes la boca llena; si es que te lo noto...
En este punto me he alejado lo suficiente para no oír más.
Pero, a que el tema estaba interesante, ¿eh?
Voy a ver si encuentro la viga en el mío.

sábado, 29 de junio de 2013

El maestro y yo (Relato alegórico-satírico)



El maestro se acomodó en un taburete junto al mostrador, me indicó que me sentara junto a él y pidió al camarero dos güisquis dobles con hielo. Su cráneo, redondo y desnudo, brillaba espectacularmente bajo la cálida luz ambiental, igual que el mío (porque podía verme, reflejado en el inmenso espejo frente a nosotros, ¿eh?), y nuestras túnicas azafranadas nos proporcionaban un aire cosmopolita y desenfadado, muy a tono con las indumentarias portadas por la abigarrada clientela.
Se echó al coleto la mitad del vaso y comenzó a hablar con su cálida, sugerente e inconfundible voz:
- Había una vez, Pequeño Saltamontes, tres pueblos construidos bajo un volcán, llamados por sus humildes y laboriosos habitantes Derecho, Izquierdo y Central. Cierto día les llegó un mensaje del Gobierno que decía: “Abandonen el pueblo inmediatamente, porque el volcán hará explosión en el plazo de 24 horas.” El alcalde de Derecho reunió a sus gentes y les expuso la situación pero no le hicieron ni puto caso, por lo que el tío recogió sus cosas y se largó echando leches, mientras los demás se quedaban a la espera de su fatal destino. El alcalde de Izquierdo hizo lo propio con los suyos y poco tardó en convencerles: en dos horas dejaron el pueblo vacío. El alcalde de Central también convocó a sus conciudadanos, y enseguida establecieron varias comisiones para debatir, coordinar y ejecutar los diversos servicios necesarios de cara a una mejor organización de la evacuación y de la asistencia a los desplazados y a las futuras posibles víctimas. El volcán estalló cuando estaban procediendo a la tercera votación a mano alzada…
Yo, que había escuchado sus palabras en reverente silencio, osé preguntar:
- Maestro, ¿qué enseñanza debo deducir de tu discurso…?
Se terminó el güisqui de un trago, pidió otro, fijó en mí sus ojos sin luz y respondió:
- ¡Ay!, Pequeño Saltamontes, cuán difícil es llevar la verdad a un alma joven e inexperta, por naturaleza proclive al vicio y al pecado. Observa que la democracia no siempre consigue los efectos que de ella se esperan, por lo que, en consecuencia, cada uno debe hacer en todo momento lo que tiene que hacer y no otra cosa. ¿Has comprendido?
Dije que sí.
Vació el vaso de güisqui en un golpe magistral, se incorporó con gesto magnífico y se dirigió a la salida, llevándose una mesa y un par de sillas por delante.
Pagué los 30 euros de la consumición y le seguí obedientemente.



jueves, 20 de junio de 2013

Asesinato (Micro)




Un microrrelato es en Literatura como una aceituna en un banquete, pero el que da lo que tiene no está obligado a más.
Así que disfrutadlo a la espera de platos más fuertes y abundantes.








ASESINATO

El forense, arrodillado junto al cadáver, se rascó la nuca pensativo. Me di cuenta al momento de que algo extraño estaba ocurriendo, así que me acerqué y me agaché a su lado (y al del muerto, claro):
- ¿Qué sucede, doctor?
Volvió a rascarse y respondió casi en un susurro:
- Es lo más asombroso que he visto en mi vida: ¡le han apuñalado con una navaja de Ockham...!

lunes, 10 de junio de 2013

Décimas


DÉCIMAS

Décima (que es la primera) a don Ginés M. (que pudo ser mi editor)

Hace un mes, y dos, y tres
que devolví corregidas
las galeradas queridas
de mi libro al buen Ginés.
Espero que un fin de mes
de un año de éstos cualquiera
publicar el libro quiera,
cumpliendo así con honor
su palabra de editor…
antes de que yo me muera.

Décima (que es la segunda) en una tarde lluviosa de enero

Nacemos para morir
—lo tengo por bien seguro—
y golpear contra un muro
es tratar de descubrir
de vida eterno elixir
que mantenga la existencia:
Aunque con magna sapiencia
nos aconseje el doctor,
el paso a vida mejor
no ha de cerrarlo la Ciencia.

Décima (que es la tercera), añorando.

Cómo añoro los luceros
por sobre la nieve helada;
cómo el búho en la enramada;
cómo el resplandor primero
del cálido Sol de enero.
Y añoro el verde paisaje
en donde mi aprendizaje
fracasara en una nada
de voluntad quebrantada
y senderos sin paraje.

Décima (que es la cuarta) en clave de callado lamento.

Con el sol cada alborada,
de mi teatro vacío
álzase el telón de hastío
y de esperanza frustrada,
y retorna alborozada
a interpretar su papel
ésta mi buena alma fiel,
aunque se escape su vida
por una invisible herida
que destila miedo y hiel.

domingo, 12 de mayo de 2013

La cruda realidad (Relato)

Queridos todos, permitidme que os ofrezca otro de mis espeluznantes relatos, en la confianza absoluta de que será de vuestro agrado. Bien sé que estoy lejos de Saramago, Follet o Hemingway, pero no se me puede negar una cierta buena voluntad en mis humildes trabajos. 
Creo yo.
Pues con mi buena voluntad y la vuestra unidas, disfrutemos lo que queda del fin de semana.
Hasta la próxima.




LA CRUDA REALIDAD

En el mundo de los negocios, en las más altas esferas económicas, allí donde se concebían, gestaban y parían —con incuestionable éxito— las más osadas operaciones de ingeniería financiera, le conocían familiarmente como El Águila. Nadie podía recordar cuándo había ganado su primer millón de dólares. Nadie era capaz de cuantificar, con una cierta aproximación, su fortuna actual; ni las empresas en ruinas que comprara por cuatro cuartos y, después de lavadas, peinadas y maquilladas, otorgara al mejor postor, con beneficios incalculables; ni las mujeres que habían sucumbido a su encanto personal y a sus regalos.
Era un triunfador, reconocido, admirado y deseado en los ambientes más selectos. Ninguna fiesta podía ser considerada como tal si no contaba con su presencia y, en contrapartida, aquéllos que no recibían invitación para participar en las suyas pensaban seriamente en la posibilidad del suicidio.
Sonrió complacido en el mullido y confortable refugio del inmenso lecho adoselado, rozando suavemente con las puntas de los dedos de su mano diestra la curvatura, tibia y suavísima, de la turgente nalga femenina. Su esposa —su cuarta esposa— dormía boca abajo, desmadejada y desnuda, apenas cubierta por los pliegues levísimos de la sedosa sábana, sin duda agotada por la larga noche de placer que habían degustado en compañía de Judith y de Samantha, buenas amigas de la familia y habituales copartícipes en sus juegos de cama. Porque sus gustos, a la hora de amar, eran tan exigentes y exquisitos como durante el resto de sus actividades cotidianas. Por el momento, estaba contento con su joven, bella y fogosa compañera, que satisfacía todos sus deseos sin discusión. ¿La amaba? Eso carecía de importancia. ¿Qué es el amor? Al fin, don Juan Tenorio tenía toda la razón del mundo al decir aquello de ...uno para enamorarlas, otro para conseguirlas, otro para abandonarlas, dos para sustituirlas y una hora para olvidarlas. De cualquier forma, las mujeres nunca fueron problema para él. Sus tres queridas divorciadas vivían en suntuosas mansiones y gozaban de unas rentas que colmaban con creces todos sus deseos. ¡El dinero obraba milagros, je, je...!
Se levantó y cruzó desnudo el inmenso dormitorio. James, su ayuda de cámara, le había preparado como siempre el baño de sales y burbujas a veintisiete grados y medio. Se sumergió en la bañera semicircular, disfrutando la tibia y relajante caricia del agua, mientras las esferillas oxigenadas golpeaban con insistencia todas las partes de su cuerpo, proporcionándole un masaje vivificante y continuo. Cuando salió del agua, James, silencioso y eficiente, le envolvió en un amplio y blanco batín. El desayuno estaba servido en la terraza, desde la que se contemplaba un espléndido paisaje de jardines, bosques y colinas. Resultaba muy agradable saber que todo lo que la vista podía abarcar era suyo, además de las cinco suntuosas residencias, las doce villas y los treinta y cuatro lujosos apartamentos que poseía a lo largo y ancho del planeta, entre otras bagatelas.
Tenía apetito aquella soleada mañana. James le sirvió huevos escalfados y lomos de salmón al limón, con una copa de champán francés. Le encantaba desayunar con una copa de champán. Finalizó con un café largo, ligeramente cortado por unas gotas de leche.
Pasó después al vestidor, seguido por el fiel criado, que escogió el atuendo deportivo más adecuado para la partida de golf que su señor debía jugar aquella mañana con el senador Williams. El Rolls Royce esperaba ante la puerta principal, con el motor en marcha. James introdujo la bolsa de cuero con los palos de golf en el portamaletas y recibió instrucciones de comunicar a la señora que el señor almorzaría en el Club, con el senador Williams, y que estaría de regreso a las cinco, a tiempo para vestirse y dar los últimos toques a la recepción prevista para aquella noche en honor de la delegación económica de Canadá. James, según su costumbre, asintió en silencio, y no entró en la mansión hasta que el automóvil se perdió en la primera curva, detrás de los setos y del bosque de álamos, en dirección a la verja que rodeaba la propiedad.
Jugó doce hoyos con el senador y le dejó ganar. Era un vejete de aspecto despistado y venerable, que podía ser tomado a primera vista por el clásico abuelo de las películas sentimentales. Pero le conocía bien. Williams era presidente de la Comisión de Urbanismo e Industria, frío como el acero, inteligente muy por encima de lo normal, con una memoria equivalente a la de tres manadas de elefantes y amante, a ultranza, de la Ley del Talión. Quien tuviera a Williams por enemigo podía darse por perdido. Él no le temía. Además de congeniar plenamente, estaban en el mismo barco. Williams era su brazo político y él constituía la principal fuente de financiación de las campañas del senador. Una perfecta simbiosis. Cuando caminaban hacia el restaurante del Club de Golf, el senador le dijo que era un pillastre por dejarse ganar fallando aquel golpe tan claro. Juró y perjuró que había fallado por no elegir el palo adecuado, y ambos quedaron satisfechos. Durante el almuerzo —cóctel de marisco del golfo de México, lubina braseada, langosta mediterránea a las finas yerbas, regado todo con vinos blancos del Rin, por decisión del senador— charlaron sobre asuntos triviales, pero aprovecharon la sobremesa para departir, saboreando dos inmejorables Cohibas y sendas copas de Curvoisier, sobre algunos asuntillos pendientes que resolvieron con presteza. Al fin, sólo se trataba de unos pocos cientos de miles de dólares. Se despidieron, como buenos amigos que eran, poco antes de las cuatro, y retornó a la mansión familiar.
Nada más llegar, y antes, incluso, de saludar a su esposa, revisó personalmente los entoldados instalados en los jardines, delante del soberbio edificio de tres plantas y cincuenta y dos habitaciones que era su residencia oficial, así como la piscina olímpica, la cubierta y la climatizada. Sabía, por experiencia, que después de unas cuantas copas la gente tenía tendencia a convertirse en Mark Spitz, terminando la velada en improvisados concursos de natación, con ropa o sin ella, que cristalizaban a veces en descomunales orgías. Todo ello, por supuesto, sin perder la compostura y en el más absoluto de los secretos a voces. Informó al imperturbable y omnipresente James —que se apresuró a cumplir las órdenes— de los detalles a mejorar, y subió a sus habitaciones, entre saludos de camareros, doncellas y limpiadoras.
Su esposa, embutida en un escotado y ceñido vestido de noche rojo con bordados negros, recubierto de pedrería, parecía brillar con luz propia mientras la doncella colgaba de sus pequeñas orejas los enormes pendientes de diamantes y zafiros, a juego con la gargantilla y la pulsera de cinco vueltas. Se besaron en los labios, comentando después, brevemente, las escasas incidencias del día, y pasó al vestidor, donde ya esperaba el inevitable James para ayudarle en la elección de camisa, frac y zapatos.
Los primeros invitados llegaron, puntualmente, a las siete y media: el cónsul de Francia y su despampanante esposa. A partir de ese momento, y hasta las ocho, fueron recibiendo y saludando a las cuatrocientas cincuenta personas que compartirían mesa y mantel en los resplandecientes comedores, sobre cuyas mesas de roble de California, perfectamente cubiertas por finas mantelerías de lino blanco, se alineaban las vajillas de Sèvres, las cristalerías de Bohemia y las cuberterías de repujada plata española. Una legión de impecables camareros pululaba entre los elegantes caballeros y las engalanadas damas, portando bandejas con copas y canapés, mientras el murmullo de las conversaciones iba aumentando paulatinamente. En el exterior, la quietud de la glorieta empedrada se había convertido en un enorme garaje, en el que competían, en brillo y tamaño, los Rolls Royce, los Mercedes, los Porsche, los Cadillac, los Jaguar y los Bentley.
Durante la cena, opípara y fastuosa, amenizada por una orquesta de cámara que interpretó obras de Rachmaninov, Dvorak y Debussy, conforme se calentaba el ambiente su temperatura también fue subiendo, sobre todo después de intercambiar miradas con algunas preciosas y desinhibidas damas, prometedoras de inmensos e insospechados placeres. Sugirió prontamente a su esposa la posibilidad de invitarlas a compartir su lecho aquella noche, y ella sonrió aceptando complacida. La velada no había hecho más que empezar…
—¡Manolo! ¡Me cago en la puta! ¿Quieres hacer el puñetero favor de dar la vuelta a esa tortilla? ¿No ves que se va a quemar y que yo estoy dando el biberón al niño...? No sé qué pudo ver mi hija en ti, desgraciado… Todo el día escribiendo chorradas, mientras ella se desloma para ganar cuatro cuartos…
—¡Ya voy, joder!
El escritor, de mala gana, se levantó de la desvencijada silla y se acercó a la cocina de butano, donde la tortilla de patatas humeaba sobre la llama azulada. Colocó un plato de duralex encima de la sartén, volteando el contenido con dudosa habilidad, mientras pensaba en que estaba hasta los cojones de su cuñada, de su mujer, de su hijo y de aquella pocilga donde vivían todos juntos.
Pero, sobre todo, de aquella vieja chismosa y maledicente que era su suegra.
¡Vieja bruja! ¡Algún día tendría que matarla!

jueves, 25 de abril de 2013

¿Tenían mis abuelos más sexo que yo?

Vivimos tiempos en los que las cabronadas y las gilipolleces avanzan imparables, amenazando con finiquitar cualquier atisbo de racionalidad o de cultura. Es un hecho indiscutible. Yo calculo que en la década 1950-60 la cantidad de  hijos de la gran puta podía oscilar en torno al 8% de la población; en la actualidad creo que estaremos rondando sin problemas el 80%, con tendencia al alza.
¿Qué tiene esto que ver con el sexo de nuestros abuelos, o con el nuestro?
Hoy publica EL PAÍS un artículo intitulado "¿Tenían tus abuelos más sexo que tú?" Es uno de esos artículos que uno lee sin demasiado interés, porque cuando hay ganas de sexo lo mejor es practicarlo y si no las hay para qué sirve teorizar sobre el asunto... De cualquier forma, pese a que la autora de este trabajo dé a entender que nuestros abuelos tenían más sexo que nosotros, yo me declaro fervientemente en contra de tal idea. 
Y aquí entra en juego el tanto por ciento de hijos de la gran puta mencionado anteriormente.
Puede que seamos sexualmente menos activos, pero desde un punto de vista de pasividad sexual podemos considerarnos a un altísimo nivel: los ya citados nos dan por el culo varias veces al día -basta con leer o escuchar los noticiarios- y aguantamos de maravilla.
Pensadlo y consideraos, en el paroxismo del placer, como lo que sois: unos verdaderos privilegiados.

miércoles, 17 de abril de 2013

Política pura y dura (Microrrelato)

Permitidme usar esta magnífica viñeta de Alfons López para ilustrar mi microrrelato "Política pura y dura", una verdadera obra de arte de la creación literaria en la España contemporánea. De nada.
Alfons López/"Público.es"/17-4-2013




Tras cinco años de crisis, el país estaba destrozado física, económica y moralmente. Los nacionalismos amenazaban con una desastrosa fragmentación del territorio; el PIB se había reducido un ocho por ciento; los despidos eran continuos y el paro afectaba ya al veintisiete por ciento de la población; muchas personas, desahuciadas por falta de pago, no encontraban más salida que el suicidio. Como la moderna Economía consiste en quitar a los pobres para dárselo a los ricos, los ricos eran cada vez más ricos y felices y los pobres más pobres y desgraciados.
Entonces surgió, como luz de relámpago iluminando la tenebrosa noche, la guía prodigiosa del líder, de aquél a quien el pueblo había entregado las riendas del poder a cambio de un montón de promesas electorales (nunca cumplidas, por supuesto), en forma de esperanzador mensaje:
— ¡Compatriotas, ha llegado el momento de abrir un debate a escala nacional…!





martes, 16 de abril de 2013

La última braga

Hace tiempo que no os deleito con uno de mis geniales relatos, y, a pesar de que no me decís nada, estoy convencido de que los echáis muy de menos.
Pongo manos a la obra para satisfacer vuestra demanda no demandada. Aquí tenéis, pues, la historia breve de un hombre que, como tantos otros, pudo ser grande, pero que desapareció en la nada, sin pena ni gloria, arrastrado por sus muchos vicios y pecados. Amén.





LA ÚLTIMA BRAGA


El profesor doctor don Constancio Viguelius venía impartiendo sus clases de Filosofía en la Universidad durante los últimos treinta y cinco años. Bajito, serio, puntual, bigotillo estilo "Charlot", gruesas gafas de concha, casi calvo y soltero a perpetuidad, era considerado por el claustro docente como uno de los más preclaros exponentes del libre pensamiento contemporáneo, y por sus alumnas como un desvergonzado mirón.
El profesor doctor don Constancio Viguelius siempre ponía especial énfasis en las cuestiones de ética, esa parte de la filosofía que trata de la moral como ciencia capaz de analizar y clarificar la bondad o malicia de las acciones humanas. Y no perdía ocasión —todo hay que decirlo— de proponerse él mismo, una y otra vez, como ínclito paradigma de las más acrisoladas virtudes, aunque hacía mucho tiempo que ninguna mujer se atrevía a vestir blusas escotadas o minifaldas durante sus lecciones. Don Constancio alardeaba de ello entre los demás profesores, poniéndolo como ejemplo del efecto causado por sus enseñanzas, pero las chicas sabían —por tradición oral, de transmisión continua curso tras curso— que los ojos del profesor Viguelius eran capaces de transformarse en minicámaras y ascender entre los muslos más apretados, hasta conseguir vislumbrar aquellos profundos y triangulares secretos celosamente ocultos, o en sinuosas serpientes que descendían vertiginosamente hacia la cálida hondura de sus senos, apenas entrevistos.
Erudito, mirón y falsario —casi como el resto de los humanos—, el profesor doctor don Constancio Viguelius era, además, un fetichista robabragas.
Solía recorrer, amparado en la oscuridad de la noche, aquellos lugares donde las jóvenes parejas daban rienda suelta a sus amorosos deseos, y recogía con especial complacencia las pequeñas prendas íntimas abandonadas tras el ardor del combate, olfateando profundamente los efluvios que se desprendían de sus suaves tejidos, impregnados de flujos cálidos y embriagadores. Otras veces las robaba donde podía.
Aquel día regresaba a su domicilio después de dar su acostumbrado paseo vespertino. Había caído la noche de un día veraniego excepcionalmente caluroso, y el aire estaba lleno de perfumes florales y de insectos. Su oftalmólogo le recomendaba frecuentemente que cambiara de gafas —"porque de lejos no ves bien, Constancio"— pero siempre se negó: "Veo perfectamente". Caminaba por una zona residencial poco iluminada, siguiendo la verja que rodeaba a un chalecito, cuando sus sentidos de experto cazador se alertaron al máximo.
En un tendedero, a pocos metros de la casa, junto a un pequeño huerto, una prenda solitaria colgaba sujeta por dos pinzas, bamboleándose lascivamente bajo el empuje de la casi imperceptible brisa nocturna: ¡una braga amarilla!
La tentación era infinitamente superior a sus fuerzas. Aquella joya tenía que ser suya.
La cancela estaba abierta y los farolillos apagados. Se encogió sobre sí mismo, haciéndose casi invisible, y escuchó durante unos momentos para asegurarse de que ni personas ni animales deambulaban por el exterior de la casa. Como la sombra de una sombra avanzó hacia su objetivo, metro a metro, centímetro a centímetro, en un silencio total donde las palpitaciones de su codicioso corazón le reventaban en el pecho igual que cañonazos. Su amigo, el oftalmólogo, estaba equivocado, diantre. Era capaz de ver hasta en la oscuridad.
Cruzó la huerta, y casi llegó a rozar con sus manos el preciado tesoro.
De pronto, una voz femenina restalló a corta distancia, rompiendo el frágil silencio oscuro de la cálida noche:
—¡¿Se puede saber qué demonios estás haciendo?!
Fue el detonante que hizo estallar la tremenda carga emocional que soportaba, a duras penas, su fatigado corazón. El mundo se apagó y don Constancio se desplomó entre las plantas.
La mujer volvió a gritar:
—¡Manolito, ¿qué haces?! ¡Me vas a volver loca!
Y otra voz juvenil respondió, apaciguadora:
—Estoy apagando el ordenador, ¡"joé"!
—Cuando acabes, tráeme el trapo de cocina amarillo del tendedero, que ya estará seco.
—Vale, colegui…
Segundos después, las farolas se encendieron iluminando todos los rincones alrededor de la casa, y un mozalbete de unos doce años, delgado, pendiente en la oreja izquierda, camiseta blanca impresa en negro con grupo "heavy", bermudas multicolores, visera hacia el cogote y deportivas de moda, se acercó al tendedero, donde el trapo amarillo ondeaba burlonamente, y aulló como un poseso:
—¡Mamá, mamá: en los tomates hay un muerto con gafas…!
Servidor de ustedes (Por favor, si alguien copia el relato y gana el Nobel, que me dé, al menos, el 10% por las molestias. Gracias)