En este blog se permite fumar, aunque recomiendo no hacerlo en agradecimiento a una excelente homeópata a la que debo mucho. Se prohibirá terminantemente el día en que desaparezcan las armas atómicas, las centrales nucleares y sus residuos, la contaminación, la desertización y la pederastia. ¡Ah!, se me olvidaba, también se pueden dejar comentarios.

jueves, 14 de febrero de 2013

La nieve, ese bendito meteoro

No hay duda de que la nieve es el meteoro más querido por los ciudadanos, aunque cause problemas sin cuento de todos conocidos, que por lo general se superan con buena voluntad y mejor humor. 
Las tormentas asustan -sobre todo a las señoras, aunque también a algún sargento de Caballería, y sé de qué hablo-, la lluvia se te cuela por todos los lados, el viento te despeina, el frío te deja tieso como un carámbano y el calor achicharra. La nieve, en cambio, cayendo tan mansa y silenciosa sobre la ciudad y los campos, cubriéndolo todo con ese capote inmaculado que parece tejido por centenares de hadas, se deja querer. Es más, diría que hasta propicia las cordiales relaciones humanas: los padres juegan con sus hijos; las profesoras con sus niñitos; los novios con sus novias y viceversa, y todo el mundo, en general, saca lo mejor de sí mismo para disfrutar en el seno amigable e impoluto de la nieve.
Hoy, sin ir más lejos, he vivido una de esas interesantes experiencias que se crean al conjuro mágico de la nieve. 
Circulaba en mi coche por una calle de la ciudad rumbo a mi domicilio, acompañado por mi esposa y mi madre política, cuando el vehículo ha recibido el impacto de una bola de nieve que ha sonado en el interior como un auténtico bombazo. Mi suegra no sabía si reír o llorar, y mi mujer se ha quedado pálida y al borde del desmayo. Unos quinceañeros, en un ambiente festivo y cordial y montados en sus bicicletas TT, disfrutaban amigablemente del sano deporte invernal -relativamente moderno- de lanzar bolas de nieve bien apelmazadas contra todos los vehículos que pasaban a su alcance. He sentido en mi interior el ardor de mis tiempos juveniles y no he podido contenerme. Después de orillar el coche, me he dirigido con rapidez al lugar donde disfrutaban los mozalbetes, pero se han largado pedaleando en dirección contraria, sin la menor delicadeza. Apenas hemos tenido tiempo de mantener un breve diálogo mientras la distancia nos separaba. Pero, eso sí, un diálogo típicamente español:
- ¡Me cago en tu puta madre...!
- ¡En la tuya...! - ha respondido uno de ellos, volviendo fugazmente la cabecita.
- ¡No; en la tuya, que cobra más barato...!
Y es que las nevadas -supongo que estaréis de acuerdo- propician el acercamiento entre las gentes de buena voluntad.



Iglesia de San Vicente/Vitoria

2 comentarios:

  1. Temo decirte que ese deporte no tiene nada de moderno, yo lo llegué a practicar en alguna ocasión con poco mas de 10 años de edad.

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  2. Ya, ya; por eso aclaro que "relativamente". En mis tiempos era impensable. Seguramente lo practicarías conmigo y me cagaría en tus muertos alguna vez, jodido y malo, pero pelillos a la mar. Un abrazote.

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