En este blog se permite fumar, aunque recomiendo no hacerlo en agradecimiento a una excelente homeópata a la que debo mucho. Se prohibirá terminantemente el día en que desaparezcan las armas atómicas, las centrales nucleares y sus residuos, la contaminación, la desertización y la pederastia. ¡Ah!, se me olvidaba, también se pueden dejar comentarios.

sábado, 2 de febrero de 2013

La política española y el restaurante Garmendia

A finales de la década de los 60 del pasado siglo (¡joder!, parece que fue ayer y ya ha llovido, ¿eh?) se celebraban aquí, en mi pueblo, unas veladas de lucha libre que eran la repera. No recuerdo la hora, pero sí que el sábado cenábamos los de la cuadrilla, tomábamos una o dos copas, encendíamos un "Farias" (entonces fumaba todo el mundo a partir de los 17 años, más o menos, y que conste que no estoy haciendo propaganda sino señalando un hecho, y es mejor que no fuméis porque sienta mal, y tengo un vecino que está siendo monitorizado por una maquinota que le tiene en permanente contacto con el hospital porque sus pulmones están hechos cisco de tanto fumar, o sea que, repito, no fuméis), y nos dirigíamos contentos y presurosos al "Frontón Vitoriano", donde, en medio de una infernal humareda cigarreril, aplaudíamos a los "buenos" y maldecíamos a los "malos". He olvidado la mayoría de sus nombres de guerra, pero aún recuerdo a Gran Pólux,  Zuazúa, el Conde Maximiliano y los hermanos Ochandiano. Zuazúa siempre solía hacer de malo. Una vez se metió una botella de "Coca-Cola" en el culote y, cuando su contrario subió al ring, la sacó y le pegó un botellazo en la cabeza. ¡Buah, la que se armó...! De hijoputa para arriba, je, je, je. En cierta ocasión -esta vez la sesión se celebraba en la plaza de toros- agarró un puñado de arena y lo lanzó a los ojos de su adversario, antes de hacerle la "corbata trágica" y cosas por el estilo. Imaginaos los gritos del respetable. 
Lucha libre en Vitoria/Foto de la Web

Lo bueno de todo esto es que los luchadores se "destrozaban" en el cuadrilátero mediante atroces llaves, golpes terribles y estrangulamientos feroces, en medio de un griterío infernal que amenazaba con derribar las pétreas paredes del viejo frontón, pero, una vez finalizada la sesión, podías verlos a todos juntos, incluidos los empresarios, cenando tranquila y felizmente en el restaurante Garmendia, a la sazón uno de los mejores de la ciudad.
En la política española viene sucediendo lo mismo que en la lucha libre.
No hay más que observar los titulares de la prensa:
Uno, que es más inocente que un pato, se queda de piedra.
Porque, vamos a ver, por ahí circulan un montón de documentos escritos -aparentemente- por el señor Bárcenas, de los que se deduce que muchos miembros del Partido Popular, incluido el presidente del Gobierno, se pocearon con dinero ilegal. 
Y ante eso no vale con decir "Es falso" o "Voy a presentar mi declaración de la renta", entre otras razones porque un señor puede hacer una declaración por la que Hacienda tenga que devolverle dinero, y guardar, sin embargo, un porrón de millones debajo de un ladrillo. En mi humilde opinión, de esta movida sólo se puede salir con una investigación libre y a fondo.
Que es lo que debe exigir el señor Rubalcaba, en lugar de decir estupideces. Estupideces que igual no lo son tanto, porque los españoles tenemos la horrible impresión de que nuestros políticos, que controlan a jueces y fiscales, se pelean espectacularmente en el ring pero luego se van a cenar al Garmendia.
¿Me explico?
Foto AFP/El Correo digital (2-2-2012)

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