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jueves, 6 de marzo de 2014

Ha muerto el poeta Leopoldo María Panero

Ayer falleció en el Hospital Psiquiátrico Juan Carlos I, de las Palmas de Gran Canaria, a la edad de 65 años, el poeta Leopoldo María Panero. No fuimos presentados oficialmente, pero asistí a uno de sus recitales aquí, en mi pueblo, en Vitoria-Gasteiz, hace muchos años. Este poema, escrito bajo la impresión de aquellos versos, es mi homenaje final. Descanse en paz.









A UN POETA

(Después de un recital de Leopoldo María Panero/8-10-1996)


Yo te juro por Dios,
buen Leopoldo,
que a duras penas
pude escuchar tu voz
en las alturas
del repleto auditorio,
donde esperaba,
transido de impaciencia,
sentir la envergadura
de tus viriles versos
sin clemencia.
Tu recital completo
cruzó como una niebla
que te envuelve y te deja;
que se marcha y retorna
jugueteando,
empapando los ojos
y las almas atentas
en su escupir sinuoso,
tenaz y retorcido,
preñado de dolor
y desatinos.
No pienso en recordar
lo que dijiste,
que las palabras
se pierden en el viento,
y es bien necio
tratar de recobrarlas,
si queda el sentimiento
clavado en lo más hondo
del rojo corazón,
permanente testigo
en lo profundo.
¿Qué importan las palabras?
¿Qué importa el universo?
¿Qué importan unos versos
perdidos en el viento,
como pájaros locos
luchando en el tormento
de la furia implacable
de un lamento,
que se torna alarido
de carne desgarrada
y espíritu partido?
Fumando tus cigarros,
pareces abatido.
Tu voz aguardentosa
surge de un roto pecho,
mil veces destrozado
por el feroz impacto
de aquella adversidad,
que es el recio crisol
del hombre y del poeta;
que devuelve el honor
y que despierta.
Pareces arrastrarte
por un mundo vacío,
a bordo de tu cuerpo
vejado y destrozado,
replegado en ti mismo,
guardado, camuflado
para hacerte invisible;
para hacerte intocable;
para que la desgracia
sobrepase la puerta
de tu estancia.
Pero a mí no me engañas,
porque sé con certeza
que lejos del alcohol,
que tras esa barrera
de pena y de miseria
do quieres proteger
lo puro que en ti queda,
ahí se esconde el poeta
de espíritu tonante
que, más que un débil hombre,
¡es un gigante!

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