ECM
Contemplé desde arriba mi cuerpo
tendido sobre la mesa de operaciones. El cirujano y sus auxiliares se afanaban
sobre aquel pecho inmóvil y sangrante, pero la escena carecía ya de interés
para mí. Me elevé, alejándome velozmente del hospital.
Sobrevolé inmensas y verdes
praderas, grandes rebaños, serpenteantes ríos caudalosos y altísimas montañas
vestidas con el abrigo cálido de los profundos bosques: la naturaleza libre y
salvaje que tanto había amado. Luego, entré en el túnel. No sentí temor. Sabía que
alguien me esperaba al otro lado y así fue: una alta figura luminosa, que
irradiaba seguridad y fortaleza y que me resultaba muy familiar, se interpuso
en mi camino y me dijo con cierta sorna:
- No debiste cruzar el
Mississippi, forastero; aquí no hay sitio para los dos. Vuelve grupas y reúnete
de nuevo con los tuyos…
- ¿Era Dios?
- ¡No! ¡Era John Wayne …!
(Servidor de ustedes)
(Servidor de ustedes)
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