EL EXTRAORDINARIO CASO DE LORD AVEBURY
El cadáver de lord Avebury, en
posición decúbito prono, yacía sobre la inmensa alfombra persa de la
biblioteca. La sangre había fluido abundantemente a través de los cuatro
orificios de bala en su espalda, y empapaba el tejido y parte de la tarima.
Sherlock Holmes y el doctor
Watson, su fiel amigo y ayudante, habían examinado con total meticulosidad la
sala, los pasillos, las habitaciones cercanas y todo el jardín. Ahora
contemplaban pensativos al difunto mientras fumaban sendos cigarrillos turcos.
Fue Watson quien rompió el
silencio:
— Ni rastro de huellas; no hay
arma homicida; nadie ha percibido sonido alguno; las ventanas no han sido
forzadas; la puerta estaba cerrada y con la llave puesta por dentro; lord
Avebury no llamó pidiendo auxilio, ni hizo sonar la campanilla para avisar a la
servidumbre, ¿qué opina usted, Holmes…?
El sagaz detective meditó su
respuesta durante unos instantes:
— Elemental, querido Watson: es
imposible que este hombre esté muerto.
(Servidor de ustedes)
No hay comentarios:
Publicar un comentario