TE RECUERDO
Te contemplaba agarrado a los
barrotes de la verja que rodeaba el inmenso jardín de tu mansión, mientras
jugabas con tus hermanos en la piscina, atendidos todos por una legión de
sirvientes, y luego me alejaba lentamente arrastrando mis viejas zapatillas y
mordisqueando el pedazo de pan con chocolate que mi madre me había dado para
merendar. Cuando iba a la escuela, con mi humilde cartapacio bajo el brazo, tú
pasabas vestida de punta en blanco a bordo del lujoso automóvil en el que un
chófer uniformado te llevaba al mejor colegio de la ciudad.
Pasó el tiempo y crecimos.
Te fuiste a la universidad y yo
me puse a trabajar como pinche en un taller de coches. Durante varios años sólo
pude verte fugazmente en alguna ocasión cuando llegaban los meses de verano. Un buen
día me dijeron que habías vuelto y que ya eras doctora en Ciencias Exactas. Me
encogí de hombros, porque era algo que escapaba a mi comprensión como oficial
mecánico de segunda, pero me alegré por ti.
Algún tiempo después
desapareciste para siempre.
Parece ser que te casaste con un
forastero que se te llevó muy lejos. Decían que iba por tu dinero. Puede que
fuera así; yo qué sé...
Lo que si sé es que han pasado
muchos años y no puedo olvidarte.
¡Qué fea eras, cabrona...!
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