En este blog se permite fumar, aunque recomiendo no hacerlo en agradecimiento a una excelente homeópata a la que debo mucho. Se prohibirá terminantemente el día en que desaparezcan las armas atómicas, las centrales nucleares y sus residuos, la contaminación, la desertización y la pederastia. ¡Ah!, se me olvidaba, también se pueden dejar comentarios.

jueves, 24 de marzo de 2016

¿Terroristas? No, gracias.





¿TERRORISTAS? NO, GRACIAS

Lo que más me sorprendió siempre de los terroristas, sobre todo de los terroristas que se autoinmolan, valga la expresión, es ese inmenso volumen de mental estupidez que les hace capaces de volarse en pedazos sin más consecuencias que perder la vida y hacer que la pierdan un montón de personas, que nada tienen que ver con el problema que ellos tratan de solucionar. Cuando consideras cómo los kamikazes se lanzaban en picado contra los buques aliados, mientras el Emperador estaba tranquilo en su palacio, te dan ganas de reír, pero no lo haces por consideración al drama personal de los jóvenes pilotos y al general del país al que servían. Si, además, contemplas el resultado obtenido –el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki-, la cosa toma tintes de broma macabra y grotesca. Pero, en fin…
Ahora nos enfrentamos al terrorismo de la famosa Yihad Islámica, Estado Islámico o ISIS, que las denominaciones son lo de menos. Usted está tranquilamente esperando al tranvía, al autobús o al avión, y un señor vestido con un traje de explosivos estalla a su lado y le jode la vida, a usted y a todo bicho viviente en un radio de 50 metros. Lo primero que se me ocurre es que el cociente intelectual de esa persona es -0,15, pero eso no sirve para nada. Que se lo pregunten a las víctimas de Charlie Hebdo o del Aeropuerto de Zaventem, en Bruselas.
Tengo el terrible vicio de pensar. Es algo que nació conmigo, y ni mis pobres padres consiguieron librarme de él, a pesar de tratarme a cuerpo de rey hasta que desaparecieron. Se preocuparon de que recibiera una educación esmerada, sin darse cuenta de que en la propia educación que recibimos desde pequeños está el germen que corroe nuestro cerebro y nos condiciona para actuar como autómatas, a las órdenes del Poder establecido, que es el que define, delimita y controla la educación que se nos imparte. Un círculo vicioso que sólo la personalidad de cada uno puede romper, a fuerza de tremendos sacrificios.
Gracias a Dios, yo conseguí llegar a pensar por mí mismo.
Me habían amenazado con que si no cumplía los sietes primeros viernes de mes iría al Infierno; también si no iba a misa; y si no estaba en gracia de Dios; y si codiciaba los bienes ajenos y la mujer del prójimo.
Pero la cosa no iba por ahí. Pude darme cuenta a tiempo y evitar el suicidio (que también me habría conducido directamente a las calderas de Pedro Botero, por supuesto)
El caso es que he seguido pensando hasta llegar a mi avanzada edad, y pienso seguir haciéndolo mientras el alzhéimer lo permita.
¿Qué puede llevar a un hombre hasta el extremo de reventarse y reventar a un grupo de congéneres? ¿Qué tiene ese individuo por cerebro? ¿Qué premio espera conseguir en esta vida o en la otra como finiquito de tan noble y esforzada acción? ¿De qué manera puede influir su estúpido acto criminal en el devenir de los acontecimientos que afectan a su religión, a su política o a su raza? Evidentemente, son preguntas cuyas respuestas corresponderían a psiquiatras profesionales o cimeros sociólogos, más cualificados que yo para tales menesteres.
Lo que sí he conseguido, tras muchas horas de pensar por mí mismo, es un atisbo de solución al problema; una salida que podría aportar, cuando menos, la reducción drástica en el número de víctimas relacionadas con atentados en medios de transporte público.
La cosa es sencilla: todos los viajeros utilizarán un autobús, tren, tranvía, metro, coche o avión por persona, así como una estación, parada de taxis, garaje o aeropuerto. Una persona para cada medio e instalación. Se acabaron las aglomeraciones; se acabaron los atentados masivos. Mientras haya un tipo con una pistola, el terrorismo seguirá existiendo, pero las consecuencias serán diferentes. Vayan pensándolo. Además, mi sistema tiene una ventaja añadida, cual es que si se detecta que uno lleva un chaleco cargado de explosivos, pues que pilote él mismo, ¡no te jode…!


NOTA.- Probablemente, el terrorismo no tiene más solución que la cultura y la justicia. No creo que las próximas generaciones contemplen su desaparición, porque vivimos en una sociedad inculta e injusta.
Expreso aquí mi dolor por los atentados de Bruselas, y por toda la criminal irracionalidad que sacude el mundo.

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