En este blog se permite fumar, aunque recomiendo no hacerlo en agradecimiento a una excelente homeópata a la que debo mucho. Se prohibirá terminantemente el día en que desaparezcan las armas atómicas, las centrales nucleares y sus residuos, la contaminación, la desertización y la pederastia. ¡Ah!, se me olvidaba, también se pueden dejar comentarios.

miércoles, 22 de junio de 2016

En el hayedo





EN EL HAYEDO


No hay mundo
en el hayedo,
ni demonio, ni carne,
cuando el rojizo sol
de media tarde
perfora la enramada
para grabar sus guiños
en la alfombra
de yerba y tierra parda.
El mundo se perdió
en la lejanía,
como el tiempo;
ahora sólo hay presente
sin mañana ni ayer,
tejido por los troncos y las ramas
en un cálido manto
que envuelve silencioso
con perfumado encanto.
Aquí no hay más demonios
que los demonios propios,
capaces de enrollar
con sus cadenas
de vicio y de dolor
al alma más serena
si el alma no está alerta;
si el alma adormecida
al conjuro del bosque no despierta.
La carne que atormenta
y quema como fuego,
y arrastra en torbellino
de lóbregas pasiones,
se convierte en amor
envuelto en el celaje
de la profunda fronda,
donde el jilguero canta
y trina el ruiseñor.
Pululan los insectos
en el éter pausado,
semejando pavesas
bajo el sol irisado,
y los pájaros saltan
de una rama a otra rama
e investigan, curiosos,
al paseante amigo
que aquí busca reposo.
Si quieres encontrar
la paz que habías perdido;
si este mundo vacío
carece de sentido
y sigues caminando
con rumbo indefinido,
mi experiencia te cedo:
encuéntrate a ti mismo
en el hayedo.

sábado, 4 de junio de 2016

Háblame, Orenda




HÁBLAME, ORENDA

Háblame, Orenda,
desde las profundas,
ignotas e insospechadas
cavernas de mi yo;
desde la danza verde
que la yerba ejecuta en la pradera,
enlazando a la brisa por el talle;
desde el fulgor
del Sol resplandeciente;
desde el pálido beso de la Luna.
¡Háblame, Orenda!
Háblame sin palabras
por encima de las barreras
del tedio y del terror.
Yo escucho.
Háblame en la voz cantarina
de las fuentes;
en el invisible aleteo de las aves
que se buscan con amor
por la enramada;
en el grito de guerra
del azor;
en la escritura volátil y perpetua
que trazan cada día
las nubes en el cielo;
en el copo de nieve
y en el hielo;
en el silencio preñado de misterios
que guarda en sus entrañas
la impenetrable niebla;
en la huella del jabalí furtivo,
y en la danza festiva
del joven juguetón pequeño zorro
casi recién nacido.
¡Háblame, espíritu inmortal!
¡Háblame, Orenda!
El mundo golpea en mis oídos
como el  bravío mar contra un falucho,
buscando aniquilar mi pensamiento
pero, a pesar de todo,
yo te escucho.