FRASES HECHAS
Desde el “Alea jacta est” de
Julio César, hasta el “Sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas” (“Sangre, sudor y
lágrimas”, según otros) de Winston Churchill, hay multitud de frases hechas que
se vienen utilizando con más o menos oportunidad y frecuencia a lo largo de los
tiempos y hasta el momento presente. Están tan manidas, en su mayoría, que son
consideradas por el vulgo como infalibles asertos, indiscutibles e
indiscutidos. Hay una, muy buena, que sólo voy a mencionar de paso y un poquito
más, cual es aquélla de que “Cualquier opinión debe ser respetada”. Tales de
Mileto, en el siglo VI a.C., defendía que la Tierra era plana, y Anaximandro, su discípulo,
que tenía forma de cilindro. Es evidente que las opiniones de estos dos antiguos
personajes no podían ni debían ser respetadas.
Hoy en día, en buena lógica,
siguen empleándose las frases hechas sin ton ni son como broche de oro o
alegato irrefutable de cualquier discusión o debate. Sin ir más lejos, un
oyente de RNE, simpatizante del movimiento independentista catalán, aseguraba
hoy que “La democracia es el respeto a los votos”. Dicha así, la afirmación
parece universal e indiscutible, pero si te metes en profundidades meditativas
y asépticas la cosa cambia, porque –por ejemplo- yo puedo reunirme con mi
cuadrilla en el bar del barrio y decidir por 8 votos a favor y 2 abstenciones
que nos vamos sin pagar, acto que tendría muy poco de democrático y mucho de
filibusterismo. Deduzco, en consecuencia, que la democracia es mucho más que el
mero respeto a determinados votos.
Se maneja también profusamente en
los tiempos que corren eso de que “Exigimos el derecho a decidir”, que en
principio, y a mi modo de ver, lo único que tiene de malo es lo de “exigimos”.
Se ha perdido el sentido de la cortesía. Ya nadie pide las cosas por favor, o
rogando o con simple amabilidad. Todo el mundo exige. Todo el mundo tiene
derechos, pero nadie tiene obligaciones. Sea.
Aparte de eso, lo del derecho a
decidir tiene dos contrapartidas: tus conciudadanos también tienen derecho a
decidir, y nadie puede ejecutar la decisión tomada si va en contra de los
intereses de los demás. En otras palabras, el derecho a decidir choca con el
derecho de los demás a decidir que tú tengas o no derecho a decidir, pero
ninguno de los bandos está legal o democráticamente habilitado para ejecutar
tal decisión.
Por eso preferimos como forma de
gobierno la democracia y no las frases hechas, aunque ambas sean generalmente
inútiles.
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