En este blog se permite fumar, aunque recomiendo no hacerlo en agradecimiento a una excelente homeópata a la que debo mucho. Se prohibirá terminantemente el día en que desaparezcan las armas atómicas, las centrales nucleares y sus residuos, la contaminación, la desertización y la pederastia. ¡Ah!, se me olvidaba, también se pueden dejar comentarios.

jueves, 10 de agosto de 2017

El maestro




E L   M A E S T R O


Hoy me encontré con uno
que dicen que es poeta
y maestro de vates.
Me pareció oportuno
mostrarle mi carpeta,
esperando anhelante
la conseja brillante
que venera y respeta
cualquier sutil alumno.
Miróme con descaro
enarcando las cejas,
y calóse las gafas
detrás de las orejas,
ojeando los folios
con aire displicente.
—Aquí dice serpiente.
—Lo requiere el poema.
—Yo siempre escribo sierpe.
—Disculpe “usté” el fonema.
—No te veo futuro
en la Literatura
Demasiado versado…
Demasiada factura…
Estoy obnubilado.
¡Qué “desengañadura”!
En mi primer contacto
con un poeta, capto
que no estoy a la altura
ni en verso ni en cultura.
¿Qué puedo hacer, Dios mío,
si mi libre albedrío
me guía hacia el desastre,
me lleva a la tortura?
—Dígame usted, maestro,
cómo hacer poesía
profunda y verdadera.
No quiero ser hortera
ni chulo en demasía,
ni parecer siniestro.
¡Le juro por mis muertos
que seguiré su ejemplo!
Chupó la pipa serio,
mesándose la barba
con gesto de don Dios.
Iba a decirle adiós
besándole la calva
cuando oí su criterio:
—Rimar ya no es preciso,
ni respetar las normas.
Hay que estar en vanguardia,
y no en la retaguardia
usando viejas formas
del tiempo de Narciso.
—Los versos de Zorrilla,
de Rubén o Machado,
¿no tienen validez?
Parece estupidez
dejármelos de lado
de forma tan sencilla.
Respondió con orgullo,
hinchando el flaco pecho
debajo de su “kaiku”:
—¡Yo sólo escribo haikus!
Tres líneas con provecho
provocan el murmullo
de la feliz audiencia,
que premia mi trabajo
con gloria y con dinero,
porque soy el primero
componiendo a destajo
sin orden ni clemencia.
—Pues dígame un modelo,
maestro de poetas,
que escucho venerando.
¡Estoy ya disfrutando
de las muchas pesetas
que colmarán mi anhelo!
Alzó la vista al cielo
entornando sus ojos,
y habló tan roncamente
que, temblando mis dientes,
postréme allí de hinojos,
llorando sin consuelo:
En la verde luz del crepúsculo
recuerdo tus alados suspiros
y cae la hoja.
Carraspeó, y otra:
Negro tormento del verano impío;
placer infame del sexo sudoroso
en el azul del mar.
—¿Ya está?
Miróme con fijeza
no exenta de extrañeza,
diciendo con certeza:
—Eso es la poesía
moderna, ciudadano.
¡A ver si lo comprendes!
Porque si no lo entiendes,
pide trabajo ufano
en otra cofradía.
De Bécquer me acordaba;
de Góngora, de Lope
y del gran Juan Ramón,
y dije a este mamón
partiéndome al galope
algo que así sonaba:
—Si tú eres un poeta
yo soy los Reyes Magos,
Tarzán y Cenicienta.
Pon atención atenta:
mejor inspiración
que tú,
y glosa más discreta,
tiene mi primo Antón
en la bragueta,
conque... ¡hasta nunca,
maestro de poetas!

(Servidor de ustedes)

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