Ayer, martes, aprovechando el hermoso día que nos deparaba este otoñoverano que disfrutamos o sufrimos -nunca se sabe; ya veremos-, realicé una pequeña excursión entre micológica y fotográfica por la Sierra de Entzia. No voy a daros una lección de geografía. Baste con decir que la Sierra de Entzia se sitúa a unos 25 kilómetros al este de Vitoria-Gasteiz, es el inicio de la Sierra de Urbasa en tierras alavesas, y se llega hasta ella desde el pueblo de Salvatierra-Agurain subiendo el puerto de Opakua. Ahí puedes aparcar el coche y perderte entre pinares y -sobre todo- hayedos.
Que es lo que hice yo.
Provisto de mi pequeña mochila, en la que cargaba un mínimo refrigerio, y de mi cámara fotográfica, me hundí en la fresca y profunda frondosidad para disfrutar plenamente del contacto con la naturaleza.
A finales de octubre, a pesar de que el agua empieza a ser muy necesaria, las setas aparecen por doquier, en un espectáculo maravilloso que es igual todos los años, pero siempre diferente. Aunque no soy un micólogo experto, sí recolecto y consumo algunas variedades (muy pocas) que me ofrecen garantía absoluta. Las demás, ahí se quedan para ornato del bosque y alimento de los bichitos, si gustan.
Ya he mencionado que tiene que llover para que la temporada alcance su máxima intensidad, pero, entretanto, el paseante atento puede solazarse con el espectáculo variopinto que nos ofrecen los diferentes ejemplares con los que nos topamos a cada paso.
Como, por ejemplo, los níscalos,
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Níscalo - Rovellón (Lactarius deliciosus) |
o las pardillas,
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Reguero de pardillas |
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Pardilla (Clytocybe nebularis) |
La pardilla es una seta muy curiosa, porque algunos la consideran un verdadero manjar (sobre todo en el País Vasco, donde es muy apreciada), y otros la definen como muy indigesta y hasta tóxica. Yo puedo decir, después de muchos años de experiencia con ella, que no la trago. Me da lo mismo consumirla pelada que sin pelar, en puré, en revuelto, a la plancha, al horno o en tortilla: siempre me provoca (provocaba, claro) unas diarreas de órdago. En cambio, la mayoría de mis familiares y amigos la consumen sin problemas.
Una seta que me cae muy simpática, aparte de ser sabrosota, es la galamperna,
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Galamperna (Macrolepiota procera) |
que por lo general aparece en los prados de montaña (aunque también lo hace en los claros del bosque), y puede tener más de 20 cm. de altura. Al horno o rellena de jamón y queso, igual que un "sanjacobo", es sencillamente deliciosa.
Las amanitas son abundantes, y aunque algunas son excelentes, como la cesárea, servidor sólo las contempla de lejos y las deja bien tranquilas, por aquello de más vale prevenir... Eso sí, les hago fotografías muy monas para dejar constancia de su presencia, je, je.
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Amanita rojiza (Amanita rubescens) |
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Formación de amanita muscaria |
A cada paso tropezamos con tocones repletos de hongos lignícolas que forman grandes familias y, aunque por lo general su interés gastronómico es nulo, el espectáculo resulta cuando menos llamativo.
Personalmente, aunque otros terrenos de la gastronomía me atraigan más que éste de los hongos y las setas, debo admitir que a la hora de elegir una variedad para llevar a mi plato siempre escogería la pie azul. Al horno, en revuelto o acompañando a carnes está buenísima y, además, hay pocas (por no decir ninguna) posibilidades de error.
En este caso no puedo mostraros la foto en su hábitat, porque ocupado en recolectarlas no me acordé de hacerla. Tendréis que arreglaros con ésta:
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Pie azul (Lepista nuda) |
Respetad la naturaleza en general y los hongos en particular. Cortadlos siempre con el cuchillo adecuado. No recolectéis aquellos ejemplares que os ofrezcan la más mínima duda. Pero, sobre todo, no destrocéis a patadas los que encontréis en vuestros paseos por el bosque. Recordad que nuestros hijos y nietos recibirán lo que nosotros dejemos.
Hasta la próxima.