Al otro lado
de los mares del tiempo,
la barca de Caronte
hiende las venas
y susurra amenazas litúrgicas.
No danzan las bayaderas.
Las águilas soberbias
se rompen contra el cielo,
hecho mosaico de luces y pasiones,
en un vuelo tardío
de golondrinas
congeladas por el miedo.
El canto del pastor
atruena la silvestre serranía
arañando el corazón de la piedra
con espinas de grito ensangrentado.
Camino sin sendero.
Sendero sin final.
Final con horizonte verdadero
envuelto en impotencias traicioneras;
en la esencia del ser
que no ha de ser
más que una ínfima parte
de lo que pudo ser.
Los remos de la barca de Caronte
resuenan y resuenan
lúgubres.
(Servidor de ustedes)
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