Cistoscopia... ¡y olé!

Tengo yo un cuñado que defiende a capa y espada que toda experiencia es buena y necesaria. No estoy de acuerdo, por supuesto, y pongo todos los ejemplos que queráis. Qué duda cabe de que a la hora de mantener relaciones sexuales la experiencia es fundamental, como lo es en cualquier práctica profesional, pero si sabemos que la temperatura del Sol es la leche de alta, ¿para qué corroborarlo experimentalmente apoyando los huevos en su superficie? O sea, que hay experiencias que merecen la pena, y otras que mejor conocerlas de oído.

Aunque a veces no haya elección, claro.

Como es cierto aquello de que "a la cama no te irás sin saber una cosa más", hoy me ha tocado aprender experimentalmente qué es una cistoscopia. He acudido a las 10 en punto al Centro de Asistencia Sanitaria de Osakidetza, situado en la calle Duque de Wellington, número 27, de mi pueblo, y a las 10,45 he sido recibido por una amable enfermera y una encantadora auxiliar en la Sección de Urología. Me he desvestido de cintura para abajo, me he colocado unos patucos desechables y una bata azul abierta por detrás, y he sido ubicado (en postura muy poco digna) sobre una butaca de observación urológica, con las patas abiertas en ángulo máximo y el pito accesible al profesional de turno, que no ha tardado en aparecer. Lamento no recordar su nombre, pero aunque nos hemos saludado con un cordial "buenos días" no estaba el horno para bollos. El doctor ha sedado mi parte más querida, y ha procedido a introducir por la puntita y a su través la correspondiente cámara y sus adminículos, hasta el fondo de la vejiga. Después ha inundado ésta con el suero adecuado (lo que me ha producido unas ganas de mear del copón), y me ha invitado a observar las imágenes en el monitor, invitación que he rechazado por razones obvias. ¡Hombre!, si hasta hemos mantenido una breve charla gramático-literaria. Al cabo de unos minutos, el doctor me ha informado de que mi vejiga está impecable, he pasado al cuarto de aseo (bastante escocido, todo hay que decirlo), me he vestido, he recibido el informe habitual, me he despedido cordialmente y colorín colorado.

Quiero remarcar que en todo momento el trato recibido ha sido profesional, correcto y atento. Muchas gracias por ello.

Como experiencia... habría preferido dejarla de lado -a pesar de la opinión de mi cuñado-, pero no hay más cojones que amar a Dios, que es buen padre.

Entre la infección de vías urinarias y sus posteriores exploraciones las he pasado más putas que en vendimias. Le decía a mi hija mayor -que tiene más casta que un "Miura"- que no le deseaba esto ni a mi peor enemigo, y ella me replicó:

- ¡Que sí, hombre! ¡Y que se joda...!

Pues es cierto, ¡carajo!

(Puede que haya usado un lenguaje demasiado coloquial, casi inadmisible para lectores sensibles. Ruego disculpas en consideración a mi estado, digamos, de conciencia alterada)