Hace unos días estuvimos comiendo con nuestros amigos Floren y Lupe.
Floren y yo fuimos condiscípulos durante el bachillerato, y, por esas cosas raras de la vida, ya jubilados seguimos manteniendo una profunda amistad, que ahora comparten también nuestras respectivas esposas.
Durante la sobremesa, mientras las señoras conversaban animadamente, Floren me preguntó:
- ¿Y qué pasó con la huella de Moraza...?
¡La huella de Moraza! Ahí es nada. No había recordado el asunto durante más de 30 años, pero ahora el misterio volvía como para seguir burlándose de nosotros con el paso del tiempo.
La cosa fue así:
Al comienzo del otoño de 1981, un compañero de trabajo me informó sobre la aparición de una extraña huella en una finca de alfalfa. Esta finca era propiedad de un pariente suyo y estaba situada junto al pueblecito de Moraza, perteneciente al Condado de Treviño y a unos 14 km. al sur de Vitoria.
Como yo de agricultura sólo sabía regar los geranios de casa, me puse en contacto con mi amigo Floren, que llevaba años ejerciendo como perito agrónomo, y el aceptó gustoso acompañarme hasta Moraza para estudiar el caso y extraer las oportunas conclusiones. Así que el día 5 de octubre de 1981 nos desplazamos hasta el lugar, y allí fuimos recibidos por el señor I.B. -con el que habíamos quedado citados previamente-, que nos acompañó hasta la finca de alfalfa en cuestión. Este señor era quien había descubierto la huella.
El cultivo se encontraba a unos 500 metros al este del pueblo.
Según nos explicó I.B, había segado la finca por primera vez a primeros de mayo, sin observar nada anormal. Fue al efectuar la segunda siega, el 1 de julio, cuando descubrió la extraña marca en el sembrado.
Se trataba de un círculo casi perfecto de 4,80 metros de diámetro, que presentaba un saliente rectangular de unos 0,60 x 0,40 mts, o sea, de la forma de una sartén a la que le hubieran quitado el 90% del mango, más o menos. En esta superficie la alfalfa había dejado de crecer en un momento dado, y presentaba una altura equivalente a unos 10 días después de la siega (evidentemente mucho más baja que el resto del cultivo), por lo que dedujimos que el origen del fenómeno se había producido a primeros del mes de junio. La alfalfa del interior del círculo no estaba muerta, sino paralizada en su crecimiento normal. Cuando nosotros llegamos comenzaba a crecer de nuevo, aunque la huella era aún claramente visible, como podéis apreciar en las fotos (sacadas con una cámara normal hace 38 años, así que no pidáis mucho) Por supuesto, Floren examinó en profundidad las plantas sin encontrar rastro alguno de enfermedades o plagas; ni explicación lógica, claro ...
¿Qué o quién originó el fenómeno?
Vaya usted a saber.
Muchos meses después, mi informador me dijo que la alfalfa había vuelto a la normalidad.
Pues eso es lo que pasó con la huella de Moraza.
Y que pasó, pasó, ¿eh?
¡Ah!, marcamos los bordes de la huella con piedras para que se viera mejor en las fotos.
Observando la huella |
Seguimos observando, je, je. |
La huella |
He marcado con puntos negros para que os hagáis mejor a la idea |
Moraza. La huella estaba más o menos en la zona central de la foto |
Vaya suceso más curioso. Desde luego algún origen tendría tal cosa, enseguida piensa uno que podría ser algo que aterriza desde el espacio, porque un circulo tan perfecto es muy raro, jajaja.
ResponderEliminarMe ha encantado esta curiosidad de hace tantos años.
Un abrazo Joe y buen fin de semana.
Todos pensamos lo mismo, pero no se puede decir porque esas cosas no existen, je, je. Abrazote, Elda, y buen finde también para ti.
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