En este blog se permite fumar, aunque recomiendo no hacerlo en agradecimiento a una excelente homeópata a la que debo mucho. Se prohibirá terminantemente el día en que desaparezcan las armas atómicas, las centrales nucleares y sus residuos, la contaminación, la desertización y la pederastia. ¡Ah!, se me olvidaba, también se pueden dejar comentarios.

lunes, 4 de mayo de 2020

El Bigotes



Durante los últimos años de mi vida laboral conocí a Juan Luis y al Bigotes. Juan Luis era el jefe de una pequeña empresa de transportes, y el Bigotes (por mejor nombre Fernando) uno de sus conductores, pero también un amigo y casi como un hermano. Ambos se llevaban estupendamente, aunque de vez en cuando se tirasen los trastos a la cabeza porque el Bigotes era un bocatrueno del copón, más "echao p'alante" que el morro de su camión, y un vividor como la copa de un pino. 
Yo me entendía muy bien con ellos, la verdad. Hasta desmontaron y volvieron a montar mi "Patrol" -que tenía un problema de humos- por un precio módico. Si bien es cierto que tardaron más de un mes en completar la reparación, y que el coche siguió echando humo hasta el final de su vida útil, no lo es menos que nos tomamos unas cervezas e hicimos muchas risas al respecto. 
Como ya he dicho, el Bigotes y Juan Luis eran como hermanos, pero también eran jefe y subordinado.  Cierto día, Juan Luis recibió una petición de transporte urgente para una carga que debía ser entregada en una empresa de Sevilla, a primera hora del siguiente lunes. Pronto y bien mandado encargó la misión al Bigotes, que salió con su camión el viernes de mañana para recoger la carga e ir acercándose a la capital hispalense. Transcurrió el fin de semana y, bien entrada la mañana de lunes, Juan Luis recibió una llamada telefónica del cliente final, informándole de que la mercancía no había sido entregada aún. Pensando lo peor, marcó el número del móvil del Bigotes, y creo que la conversación que ambos mantuvieron fue muy parecida a ésta:
- Fernando, ¿dónde estás? ¿Qué ha ocurrido?
- ¿Qué pasa, nene...? Tranqui, que voy para allí. En una hora llego ...
- Pero, ¿cómo que llegas en una hora ...? 
- ¡Coño!, que me he quedado dormido en el hotel. Salgo ya mismo.
Efectivamente, se había quedado dormido en el hotel, que era uno de ésos de carretera con luces rojas, horario indefinido y señoras profesionales, en el que se había corrido una fenomenal juerga de dos días invitando a todo dios, como demostró puntualmente el cargo de la tarjeta de crédito que llegó unas semanas después, y que por muy poco no mandó la empresa a la quiebra.
Juan Luis y el Bigotes siguieron siendo amigos, casi como hermanos, pero el Bigotes tuvo que acostumbrarse a viajar sin la tarjeta de empresa.
Lo cierto es que eran unos tipos bien majos.
Les echo de menos.


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