Caí por casualidad en las fiestas patronales de Cogumelos del Peñasco, un pueblo de cincuenta habitantes que, en verano, se multiplican por cien, según me comentaron (y según pude comprobar, por supuesto)
No esperaba mucho de aquellos humildes festejos, y lo cierto es que faltaron algunos detalles a los que estaba acostumbrado. Por ejemplo:
- No hubo declaraciones de partido político alguno.
- No se realizaron manifestaciones políticas.
- No se colgaron fotografías ni pancartas reivindicativas en las fachadas.
- No se lanzaron huevos ni objetos contundentes sobre los miembros del Ayuntamiento.
- Nadie descorchó botellas de cava barato para joder concienzudamente a los de alrededor.
- Ninguna multinacional lanzó balones publicitarios sobre el gentío.
- Ondearon las banderas que tenían que ondear, y nadie dijo esta boca es mía.
- No desapareció ninguna cartera.
- Al término de las fiestas (lo más curioso de todo), ningún concejal hizo un balance positivo de las mismas.
Por lo demás, comimos, bebimos, bailamos, saltamos, cantamos hasta bien entrada la madrugada, y nos lo pasamos de puta madre. El año que viene, vuelvo.
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