En el mundo cohabitan —imposibilitados para convivir y permanentemente enfrentados— algunos tipos de personas, que constituyen la cara y la cruz de una serie de monedas rodantes, cuyo conjunto forma un “tesoro” autodenominado Humanidad, que, impulsadas por invencibles y misteriosas fuerzas, se desplazan girando sin cesar a través de la inconmensurable mesa del espacio-tiempo hacia un destino desconocido, pero —si las cosas no cambian— más negro que las entrepiernas de un grillo.
Examinémoslos someramente:
— Los que dan y los que reciben.
— Los que ponen las bombas y los que vuelan por los aires.
— Los que son blancos, negros, amarillos o de cualquier otro color, y los que no.
— Los que aplican a rajatabla contra el prójimo
— Los hombres y las mujeres.
— Los ricos y los pobres.
— Los que pagan a Hacienda y los que están domiciliados en paraísos fiscales.
— Los que tienen el hábito de fumar y los que engrosan las arcas del Estado y las propias a cuenta de ellos.
— Los que defienden que la pluma es más poderosa que la espada y los que les cortan la cabeza por intentar demostrarlo.
— Los que originan el agujero de ozono y los que pillan el correspondiente cáncer de piel.
— Los que montan las campañas de seguridad vial y los que se rompen la crisma cada fin de semana.
— Los que defienden el imperio de la justicia y los que soportan como pueden dicho imperio.
— Los que piden el desarme mundial y los que fabrican armamento.
— Los que tienen perro y los que limpian jardines y vías públicas.
— Los que mandan y los que obedecen.
— Los que piensan luego existen, y los que existen luego piensan de vez en cuando cuanto menos mejor porque es que se te pone la cabeza loca de tanto pensar, oye.
— Los que hablan mi idioma y los cabrones que ni lo hablan ni quieren hacerlo, maldita sea su estampa.
— Yo y los demás.
La ineludible realidad de lo escrito me abruma bajo su peso, y me obliga a modificar el planteamiento inicial proporcionándome un nuevo punto de vista mucho más preciso: no es que existan en el mundo algunos tipos de personas antagónicos…, ¡es que hay seis mil millones!
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