He adquirido la muy saludable costumbre de darme una vuelta de una media hora, a paso rápido, normalmente al caer la tarde. Me lo aconsejaron tirios y troyanos, y, a pesar de que soy un cabezón, acabé por hacerles caso, y reconozco que es una gozada, tanto para el cuerpo como para el espíritu.
Me encontraba hoy a la mitad de mi recorrido, cuando me he cruzado con dos mujeres, una anciana y su acompañante, mucho más joven, por supuesto, y casi con toda seguridad sudamericana.
La anciana iba diciendo:
- Así son las cosas, Rosa; así son las cosas...
Rosa asentía con la cabeza, pero se notaba de lejos que su pensamiento estaba en otro lugar.
No he podido ni querido escuchar más. Íbamos en direcciones opuestas, y me he alejado de ellas en tres segundos.
Pero me han hecho pensar.
Las dos parecían buenas personas, y, sin duda, lo eran. Por completo desconocidas -probablemente- hace unos meses, ahora compartían vivencias y sentimientos. No deja de ser curioso, en esta jodida sociedad en la que nos ha tocado vivir, que nuestros padres tengan que descargar sus preocupaciones en personas que nada tienen que ver con ellos, cuando esas personas tienen sus propias preocupaciones y hasta se han visto en la necesidad de marchar a tierras extrañas para solucionar sus problemas.
Bueno, pues así son las cosas.
¿O no?
NOTA.- Las personas que aparecen en la foto (tomada de la Red) nada tienen que ver con lo escrito.
Así son las cosas.....
ResponderEliminarPero te sorprendería saber el grado de implicación real, y la vinculación personal que son capaces de tener estas inmograntes (la mayoría ecuatorianas) con las personas mayores.
Vienen de paises donde la vejez es un grado y los abuelos no son trastos.
Por supuesto, Miguel; de eso no hay la menor duda (al menos en la mayoría de los casos) El problema es que tengamos que delegar en terceros, por necesidad o comodidad, la atención a nuestros padres. En fin...
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