En este blog se permite fumar, aunque recomiendo no hacerlo en agradecimiento a una excelente homeópata a la que debo mucho. Se prohibirá terminantemente el día en que desaparezcan las armas atómicas, las centrales nucleares y sus residuos, la contaminación, la desertización y la pederastia. ¡Ah!, se me olvidaba, también se pueden dejar comentarios.

martes, 2 de febrero de 2010

Maternidad forzosa

No me resisto a colgar este chiste, que me acaba de pasar una buena amiga de Gijón. Considerad que es sólo un poco de humor. No se trata de faltar al respeto o la dignidad de personas o instituciones de ningún tipo. No seáis como un alcalde que tuvo mi ciudad (buen alcalde, por cierto), que dijo que "no se debían hacer chistes de gays", a lo cual yo repuse, creo que con razón, que si se hacen de guardias civiles, del rey, de los ministros, de los médicos, de las putas y del pueblo en general, también se pueden hacer de gays.
Bueno, vamos a la faena:

Un buen día, el párroco de un pueblo se encontró indispuesto, con unos fortísimos dolores abdominales. Dado el grave estado en que se encontraba, le trasladaron a la residencia sanitaria donde fue intervenido con urgencia.

Mientras el cura se encontraba dormido por los efectos de la anestesia, en la habitación de al lado una joven madre soltera daba a luz un precioso retoño. Desgraciadamente, la joven madre murió y el equipo medico se planteo qué hacer con el niño.

Uno de los médicos, tras mucho cavilar, dijo:

-Mirad, vamos a adjudicárselo al cura; al fin y al cabo, el hombre le dará una buena educación.

Dicho y hecho. Al despertar el párroco se encontró con el bebe en su regazo, asustado preguntó:

-Pero, ¿esto que es?.

El medico se acercó y le dijo:

-Mire, este es el origen de sus dolores de barriga....

-Pero, si esto es imposible- dijo el cura.

El médico le respondió:

-No, hombre; con lo que han evolucionado los tiempos, ahora los hombres se pueden quedar embarazados...

El cura se quedo pensativo decidiendo que hacer con el niño. Y pensó:

-Bueno, cuando vuelva al pueblo diré que es hijo de una hermana mía que ha fallecido, y yo me haré cargo de educarlo.


El párroco volvió así al pueblo y contó su historia. No sin algún recelo, los habitantes del pueblo se acostumbraron a ver a partir de aquel día al nuevo vecino que fue bautizado con el nombre de Juan.

Pasaron los años y el cura se hizo muy mayor. Cuando Juan contaba 25 años, el cura enfermo y, en su lecho de muerte, dijo:


-¡Que venga Juan! !Que venga Juan!.


El joven corrió al lado del cura:


-¿Que quiere tío?


El cura, haciendo acopio de valor le dijo:


-Mira Juan, tengo un gran secreto que contarte, y antes de morir debo decírtelo...


Juan interrumpió al párroco y le dijo:

-Tranquilo tío, no hace falta; desde hace años ya me he imaginado que en realidad es usted mi padre.

Y armándose de valor el cura le dice:

-¡NO!... Yo soy tu madre... ¡Tu padre es el obispo de Cuenca!

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