La vi venir de frente
por la acera,
como escupida del fondo
de la noche
por duendes y quimeras.
La luz de una farola
me mostró
aquel rostro arrugado,
en el que ardían
dos ojos sobrehumanos.
Alta como el azor
en vuelo;
más que delgada, flaca;
canosa, mal vestida
y encorvada,
con paso vacilante llegó a mí,
y hundí mi corazón
en la negra profundidad
de aquellos ojos.
Arrastraba los pies
al caminar,
y encontró la baldosa
traicionera.
Como un gato salté,
impidiendo -¡seguro!- una grave
fractura de cadera.
- ¿Necesita mi ayuda?
- La tuya y la de todos.
- A su servicio quedo.
- Eso dijeron muchos,
igual pobres que ricos,
mas lo que soy
hicieron
con sus funestas obras…
y aquí estoy.
- Discúlpeme, señora,
la osadía,
pero en usted percibo
un aire familiar
y cierto parecido
con mi tía.
¿Puedo saber su nombre?
Me miró de hito en hito
y sonrió,
reiniciando su caminar
errante.
Escuché sus palabras
como roce de viento
en mis oídos;
cual murmullo del mar
en caracola
o caricia mortal,
siniestra y fría:
- Mi apellido, Española;
mi nombre, Economía.
ayy me recordé de otra señora que conozco por estos lares, muy parecida a la que te encontraste =S
ResponderEliminar¿Habrá quién le devuelva estabilidad y no permita que siga cayendo?
Me gustó mucho el poema, muy original.
Un fuerte abrazo poeta.
Volverán a ser jóvenes, hermosas y deseables... y de nuevo, algún día, ancianas decrépitas y desdentadas. Mientras no cambie el Sistema... Saludotes, Liz.
ResponderEliminarUna maravilla Joe, escribir sobre un tema tan poco poético, tan poeticamente es para dejar sin palabras al más verborrágico. Me sorprendió el final, que redondea una genial composición.
ResponderEliminarMi admiración por tus letras no decae, va en ascenso, acompañando el mismo ascenso de tu talento.
Un fuerte abrazo , amigo
Mientras me afeitaba se me ocurrieron los primeros versos y el final. Luego, durante tres días, fui madurando la parte central, hasta que salió esto. No estoy descontento; no. Gracias, Gus. Un abrazo.
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