Éste es un micro-relato que presenté a un certamen literario, no recuerdo dónde ni cuando, ni falta que hace, y que, por supuesto, no obtuvo premio alguno a pesar de ser excelente. Nótese la fina ironía que destila, su puntito de humor negro y el sorprendente desenlace. ¡Es que es buenísimo, caray...! Os lo aseguro yo, que soy el autor.
EL ATEO
Yo era ateo convencido. Un mal día me robaron el cargamento de coca y me encontré debiéndole a Morgan un cuarto de millón de dólares. Sabía que primero me romperían las piernas, para recibir después (si no pagaba, lo que era más que probable), como finiquito de la operación, un tiro en la cabeza. Todavía no me explico por qué, me encomendé a todos los santos. Anochecía, y una fuerza desconocida me condujo al interior de la vieja iglesia. Arrodillado ante el altar, miré a mi alrededor con ojos extasiados. Luego, rápidamente, agarré las joyas que lucía
para ganar un premio habitualmente hay que untar antes a varios de los jueces, o ser su coleguita, a la próxima invítales unas cañitas antes del concurso
ResponderEliminarPero yo creía que eso sólo pasaba en el Nadal o en el Planeta...
ResponderEliminarUn abrazo.
Pobre
ResponderEliminarAsí es la vida, oye.
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