sábado, 29 de enero de 2011
El retorno de los políticos, o a río revuelto, ganancia de pescadores... expertos.
Después de la tormenta
miércoles, 26 de enero de 2011
Zeta de Ofiuco o la insignificancia del Hombre

lunes, 24 de enero de 2011
Pensamientos de un ciudadano cabreado

jueves, 20 de enero de 2011
¿Cada nación tiene el Gobierno que se merece?


miércoles, 19 de enero de 2011
Cohete verbenero

El cohete verbenero
vuela raudo hacia el cielo
alejándose del suelo
montado en ígneo reguero,
y allí, en su espacio cimero,
muestra toda su grandeza
en explosión de belleza
que se extingue en un instante,
y vuelve a la tierra, errante,
entre nubes de tristeza.
Así nuestra vida es,
pues subimos a lo alto
y tres momentos después
-apenas un breve salto-
yacemos bajo un ciprés.
lunes, 17 de enero de 2011
Resistencia pasiva en Sevilla
jueves, 13 de enero de 2011
Lo que faltaba...

martes, 11 de enero de 2011
¡Loado sea Dios...!


sábado, 8 de enero de 2011
¿11 dólares?
viernes, 7 de enero de 2011
Los tocapelotas
Las rebajas
Dios nos coja confesados
jueves, 6 de enero de 2011
Ese tipo de publicidad
miércoles, 5 de enero de 2011
La vieja del acordeón
LA VIEJA DEL ACORDEÓN
Ayer la vi.
Acariciaba su viejo acordeón
en una esquina,
y el instrumento replicaba,
agradecido,
emitiendo una vieja canción
deslavazada.
Vendía su escaso arte,
su única posesión, seguramente,
ante la fría indiferencia
de la gente.
Vendía su arte escaso
porque vender su cuerpo
era imposible,
que del paño
agarrado a su cabeza
hasta las botas,
era aún más flaco y parco
que sus notas.
Una gorra en el suelo,
ante la vieja,
apenas albergaba tres monedas
recogidas
bajo la lluvia fría de la tarde,
que lloraba lágrimas
de soledad,
de miedo y sangre.
Ayer la vi.
Lloraba el acordeón
como la vieja,
que miraba, sin ver,
el infinito,
mientras la gente
pasaba indiferente;
lloraba un vals
sin fuego ni pasión,
pero tan triste
que aún resuenan sus notas
aquí, en mi corazón.
domingo, 2 de enero de 2011
La vida
¡Por Dios bendito!,
no vengáis a decirme
a estas alturas,
científicos y sabios,
qué es la Vida
ni dónde puede haberla.
La siento en mi interior
como un continuo
espaciotemporal indescriptible;
como una zarza ardiente
por sí misma
que el huracán no aviva
ni puede sofocar
ningún torrente.
Cuando mi yo está inmóvil,
ella mueve mi pluma
con su aliento,
mostrándome que vivo
en la sombra alargada
de mis versos.
Infalible me guía
de distantes pasados
a futuros ignotos
por senderos de sombra
y caminos de duda,
por infiernos de llanto
y cielos de alegría.
Solo en la inmensidad
del Universo
no tengo ni esperanza,
ni fe, ni caridad,
ni lágrimas, ni furia,
ni piedad.
Pero ella está conmigo
y la siento constante
en el amoroso arrullo
de las tórtolas,
en el incansable cortejo
de las urracas
blanquinegras y alocadas,
en el gorjeo matinal
de los grises
y supervivientes gorriones,
en los rayos del Sol de primavera,
en las flores rosadas del cerezo,
en el soplo del viento,
en el lejano titilar de las estrellas,
en el latido de mi propio corazón
y mucho más allá.
Es un continuo espaciotemporal
hasta la Eternidad.
En esta anochecida,
no vengáis a decirme,
científicos y sabios,
qué es la vida.
(Servidor de ustedes)