LA VIEJA DEL ACORDEÓN
Ayer la vi.
Acariciaba su viejo acordeón
en una esquina,
y el instrumento replicaba,
agradecido,
emitiendo una vieja canción
deslavazada.
Vendía su escaso arte,
su única posesión, seguramente,
ante la fría indiferencia
de la gente.
Vendía su arte escaso
porque vender su cuerpo
era imposible,
que del paño
agarrado a su cabeza
hasta las botas,
era aún más flaco y parco
que sus notas.
Una gorra en el suelo,
ante la vieja,
apenas albergaba tres monedas
recogidas
bajo la lluvia fría de la tarde,
que lloraba lágrimas
de soledad,
de miedo y sangre.
Ayer la vi.
Lloraba el acordeón
como la vieja,
que miraba, sin ver,
el infinito,
mientras la gente
pasaba indiferente;
lloraba un vals
sin fuego ni pasión,
pero tan triste
que aún resuenan sus notas
aquí, en mi corazón.
Que fuerte poesía, que tristeza ver a la vejez pedir, como es el mundo indiferente ante algo así. Verse viejo, solo y sin nada, mejor sería morirse poeta. Mis abrazos a tu sensibilidad, gracias por compartir. Lyliam
ResponderEliminarEs agradable comprobar que sigues recorriendo estos territorios sin prisa pero sin pausa, Lyliam, je, je. En cuanto a la mujer del acordeón hay que considerar que verse viejo es una simple consecuencia del paso del tiempo, pero verse solo y sin nada es una consecuencia de nuestros "valores sociales". Besitos.
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