En este blog se permite fumar, aunque recomiendo no hacerlo en agradecimiento a una excelente homeópata a la que debo mucho. Se prohibirá terminantemente el día en que desaparezcan las armas atómicas, las centrales nucleares y sus residuos, la contaminación, la desertización y la pederastia. ¡Ah!, se me olvidaba, también se pueden dejar comentarios.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Entrevista con el Horrible Asesino del Martillo

ENTREVISTA CON EL HORRIBLE ASESINO DEL MARTILLO

¡Caramba!, sí que es usted difícil de localizar… (Me lanza una mirada burlona mientras saborea pausadamente un carajillo)
Si quieres, para otra vez me anunciaré en las páginas amarillas, ¡no te jode…! Estás hablando con el Horrible Asesino del Martillo, tío gili. Soy el enemigo público número uno; el cero cero cero cero cero cero siete del hampa más osada y criminal de este jodido país.
Disculpe si le he ofendido, señor… A todo esto, ¿cómo debo llamarle?
HAM a secas, o, si lo prefieres, señor HAM.
Ham con ham comida de tontos (murmuro, y el pájaro se mosquea blandiendo amenazador el gigantesco martillo)
Cuidado con las coñas, chaval, que te clavo al suelo como si fueras una escarpia.
Por favor, no se enfade usted, señor HAM. Es que estoy tan nervioso que no sé lo que me digo. Es la entrevista más importante, más impresionante, que he realizado. Puede llevarme al Nacional de Periodismo; al Pulitzer… ¿Le parece que empecemos?
Venga, ¡coño!
El asesino profesional, ¿nace o se hace?
Vaya mierda de pregunta, señor periodista, pero, en fin, qué le vamos a hacer… En lo que a mí respecta soy un verdadero self made man, o sea, que me hecho a mí mismo, ¡puñetas! De pequeño me regalaron un martillo de plástico, de ésos que hacían ¡chuí!, ¡chuí! cuando lo golpeabas contra algo. Pronto descubrí que al meter en el plástico un par de buenas piedras el martillo no hacía ruido, pero, en cambio, mis compañeros daban unos berridos de aúpa, lo que resultaba mucho más divertido. Después, poco a poco, la circunstancias de la vida me fueron empujando casi sin darme cuenta hasta mi actual situación, de la que me encuentro más que satisfecho, si bien es cierto que el gran salto lo propició, hace muchos años, un colega tuyo con motivo de una entrevista muy parecida a ésta, cuando yo iba para pintor. Él fue, en realidad, mi primera víctima.
Cuente; cuente…
Ni una palabra. Es mi secreto e irá conmigo a la tumba. Pregunta otras cosas.
Está bien. Comprendo que no desee reabrir viejas heridas. ¿Prefiere usted a Bisbal o a Chenoa? (Silencio) ¿Es usted partidario de la virginidad hasta el matrimonio? (Silencio) ¿Practica el sexo seguro o lo hace a pelo y caiga quien caiga? (Silencio) ¿Piensa dejar de fumar a corto plazo? (Silencio) ¿Cuál es su personal opinión sobre doña Isabel Pantoja? (Silencio y sorbo de carajillo. Sus ojos se están poniendo rojos. Creo que es por el carajillo) ¿Prefiere las tetas naturales o con silicona? (Silencio) ¿Aceptaría el matrimonio entre gays o lesbianas? (Silencio) Me parece que no tiene usted muchas ganas de hablar, pero comprenda que mi trabajo como periodista es desnudar su alma ante mis lectores. ¿Considera que Iñaki Sáez es el entrenador idóneo para la Selección Nacional, o que, por el contrario, debería tomar las riendas del equipo Javier Clemente? (Silencio) ¿Cuál es el tipo de mujer que prefiere? (Silencio. Ha pedido otro carajillo y se lo traga de golpe. Su diestra se aferra al mango del martillo y tengo la impresión de que lo va a partir) ¿Le parece justa la última expulsión del Gran Hermano?
Escribo el final de esta entrevista en una cama de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital General. No puedo aún explicarme con claridad lo sucedido. Sólo recuerdo que se puso en pie de un salto enarbolando el martillo, y lo descargó con descomunal fuerza, primero sobre la mesa y luego sobre mi cráneo, mientras aullaba como un poseso: Has descubierto mi secreto, ¡cabrón!: a tu colega me lo cargué por hacerme las mismas preguntas gilipollas que tú. ¡Muere, baboso…!
Cerca de mí, sobre la mesilla, descansa despanzurrado y sin vida mi magnetófono japonés.

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