Servidor y la seguridad aérea

Escuchaba esta tarde un debate en radio, y en un momento dado no he podido por menos que sonreír ante la intervención de una de los tertulianos. El tema que se trataba era la fusión entre las compañías aéreas “Iberia” y “British Airways”: que si dónde radicaría el consejo de administración; que si la australiana “Quantas” podría intervenir decisivamente; que quién presidiría la nueva sociedad, etcétera. Cuando otro de los interlocutores ha expuesto la problemática de las huelgas en “Iberia”, hoy convocada por los tripulantes de cabinas de pasajeros (?), englobados en el CTA (Comité de Trabajadores Asamblearios) y en el SITCPLA (Sindicato Independiente de Tripulantes de Cabina de Pasajeros de Líneas Aéreas), y ayer (o cada quince días) por el SEPLA (Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas), ha hecho especial hincapié en que las huelgas, sobre todo las de los pilotos, están íntimamente relacionadas con la disminución de la seguridad en los aviones, ya que, al recortar presupuestos las compañías, los gastos de atención, mantenimiento y sustitución de las aeronaves se ven mermados considerablemente. En este punto, la señora que he citado al principio ha pronunciado la frase provocadora de mi sonrisa, algo así como: “Vas a atemorizar a la audiencia, haciéndoles creer que los aviones carecen de seguridad” ¡Y ahí voy yo…! Tuve un compañero de trabajo que, cada vez que tenía que tomar un avión, decía: “Se está más seguro donde pisa el burro” Recuerdo particularmente, con cierto cariño y relajado por el paso del tiempo, un despegue desde el aeropuerto de Sofia, a bordo de un “Tupolev” de la compañía “Balkan”. El aparato inició su carrera con un ruido de mil demonios, y siguió acelerando de forma atronadora. Yo iba mirando la valla que rodeaba el aeropuerto, casi a la altura de la ventanilla. Dos kilómetros más allá, el “Tupolev” seguía con su ruido, y yo viendo la maldita valla a la misma altura. Tuve la impresión de que los chopos del final de la pista eran insalvables. Sorprendentemente, el aparato los rebasó por unos cinco o seis metros (calculé, con el corazón encogido) ¿Qué significa esto? Pues, ¡carajo!, que a pesar de toda la publicidad que se hace, de nuestra necesidad de viajar más lejos y más rápido, y de todas las mejoras técnicas, un avión sólo es absolutamente seguro cuando está parado, calzado y sin combustible, en un hangar; lo demás lo hace Dios, la suerte, el destino, o como quieras llamarlo. Y no hay más cáscaras…