En este blog se permite fumar, aunque recomiendo no hacerlo en agradecimiento a una excelente homeópata a la que debo mucho. Se prohibirá terminantemente el día en que desaparezcan las armas atómicas, las centrales nucleares y sus residuos, la contaminación, la desertización y la pederastia. ¡Ah!, se me olvidaba, también se pueden dejar comentarios.

sábado, 30 de enero de 2010

Gorda y travestí



GORDA Y TRAVESTÍ

No te he conocido personalmente, pero, aún sin verte, sin entrever siquiera el mínimo atisbo de tus femeninas facciones, ya te quiero, y a través de tu presencia de mujer adulta y grande, amasada por tus veintisiete años de edad y de sufrimientos, en vez de dedicarte estas miserables líneas me las dedico a mí mismo, para generar en mi interior esa fuerza indefinible de la que surgen la generosidad, la comprensión y la solidaridad.

Sé que la naturaleza se excedió al dotarte de envergadura y peso casi inadmisibles para una dulce señorita y, también, que has sabido fortalecerte en la desgracia y en el desprecio, para solidificar una verdadera y fuerte personalidad. Sé que tu corazón, encogido por el dolor, en ocasiones ha querido abandonar la partida de la vida, arrojando sobre el tapete las desastrosas manos de naipes que te tocó jugar pero, gracias a Dios y a tu inflexible voluntad, sigues jugando con mayores envites y ahora empiezas a ganar.

Por eso te quiero.

Y porque te rompiste el fémur a la edad en que los chicos empiezan a besarse en los bancos más oscuros y solitarios de los parques; y porque, como resultado de la medicación impuesta por los facultativos de turno, tu lindo rostro juvenil y tu cuello inmaculado se cubrieron de vello; y porque, en viendo lo anterior, los muchachos, que normalmente tendrían que haberse arrojado a tus pies, suplicando unas gotitas de tu caudaloso amor, te insultaban diciendo "¡gorda; travestí!", "¡gorda; travestí!"; y porque tú callabas, encerrándote en tus habitaciones transformadas en mazmorras de un nuevo y moderno Montecristo, sometida a la opresión del peor carcelero, la propia mente, y nadie podía encontrarte por más que te buscaban, dando por supuesto que salías a disfrutar de la vida en compañía de tus amigas y compañeras cuando, en realidad, permanecías oculta detrás de un sillón, únicamente acompañada por tu soledad y tus sollozos.

Por todo eso te quiero.

Y bendice conmigo a los bastardos que te hicieron objeto de sus burlas: gracias a tiparracos de esa calaña —que los hay en abundancia y por doquier— los espíritus pueden reforzarse con el combate solitario, día a día, para florecer finalmente en sangrantes rosas de amor, de entrega y de comprensión.

No te aconsejo que pongas la otra mejilla —en estos tiempos que corren, cualquier galimangarra del tres al cuarto sería capaz de partirte la cara por triplicado— pero aprovecha la enseñanza que has recibido para buscar y encontrar el sentido exacto de la vida, que conduce sin remisión a la paz interior en equilibrio.

¡Tal ver llegues a descubrir que eres un tigre en libertad, en vez del cordero rebañero y balador que pensabas!

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